. .
"Llamo para decirte que falleció mi hermano".
Mi superiora en el trabajo era su esposa.
De las que hacía de la semana de trabajo lo peor.
Todos los días él debía pasar a 5 cuadras
de mi casa para ir y volver al trabajo. En moto.
Les cuidé el departamento y los cobayos las dos veces que se fueron de vacaciones a Brasil.
Después
está ese detalle casual de que nos expresamos prácticamente igual,
tenemos virtualmente el mismo tono de voz, e incluso llevamos, pelos
más, marcas menos, la misma cara.
"Quería avisarte porque sé que le caías muy bien".
Nos criamos juntos; los dos presentes, el hoy ausente,
y los otros 10 que éramos en la casa de mis abuelos.
Prácticamente todos con la misma cara. Ser un Arx es algo que se nota al toque.
Jugamos los mismos juegos.
Escuchábamos la misma música.
Tuvimos los mismos amigos,
antes mis amigos,
hoy sus amigos.
Ser familia, por lo visto,
es otra cosa.
Continuó la mala nueva:
. . .
-"Doble ataque cardíaco. Los incendios lo sofocaron.
Estaba muy gordo."
Su mujer estaba embarazada de su tercer hijo,
mi décimo primer primo hermano, tercer sobrino de la voz en el teléfono.
[Removiendo la cercanía (o distancia) emocional y la conectividad, se lee como cosa de hobbits. Y tal vez lo sea.]
Después
de eso no escuché más nada. Mencionó una fecha de funeral, que
seguramente iba a convocar a la peor de las audiencias a verse las
caras. A cumplir con lo que se supone que nos enseñaron en casa, es una
obligación familiar. Lo que doy en llamar el Encuentro de Hienas, la que
toda muerte familiar acaba convocando.
Recuerdo
el instante, penetrante, en el que la certeza se hizo epifanía. Una
aguja que se abre camino de bisturí al centro exacto de tus pupilas y
que parece hacerte sangrar, porque duele y lastima. Pero sólo te hace
llorar. Y ni siquiera hay diálogo interno.
Simplemente lágrimas y lamentos.
"Su
mujer quedó embarazada y sola con dos hijos más; esto es injusto". "El
era el padre ideal; ésto es injusto"."Mis abuelos van a quedar
destrozados. Esto es injusto". "Él era mi héroe, y nadie me dijo que
algún día me iba a faltar. Esto es injusto"."Lo quise con toda el alma y
estuve siempre, excepto esa sola vez cuando no atendí el teléfono.
Ahora no voy a poder verlo nunca más. Esto es injusto".
. . . .
Colgué
el teléfono? Me tiré a la cama? Lloré? Llamé a mi mamá, su tía? Pensé
en mi tía, su madre, como pensé en mis abuelos, sus padres verdaderos?
Qué puedo hacer por su mujer y sus hijos, mis primos segundos? Y ahora
qué hago? Qué es ser un hombre en momentos así? Qué significa lidiar con
todo esto que debe dolerle a otros más que a mí mismo...?
Pasé dos días sin levantarme de la cama.
La siguiente semana, falté todos los días al trabajo, sin fallar.
En
la tercera semana, mis superiores y jefes querían hablar conmigo. La
(en ese entonces) esposa de la voz en el teléfono, en ese entonces mi
superiora, hizo de cuenta que no era su problema.
Ser
familia -le enseñaron a ella a juzgar por las actitudes de los suyos y
su manera a referirse a quienes votaban, pensaban, razonaban o aprendían
distinto- es claramente otra cosa.
---Fragmento 2 ---FIN---
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