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Gaiman [Parte IV, 25%]

 

En The Sandman, la serie de cómics de DC que se publicó de 1989 a 1996 e hizo famoso a Gaiman, el cuenta una historia acerca de un escritor llamado Richard Madoc. Luego de que el primer libro de Madoc demuestra ser un éxito, se sienta a escribir el segundo y descubre que no se le ocurre ninguna buena idea. Esta dificultad desaparece luego de que acepta un obsequio inusual de un viejo escritor: una mujer desnuda,  única, a la cual mantuvo encerrada en un cuarto de su casa durante 60 años. Ella es Calíope, la más joven de las Nueve Musas. Madoc la viola, una y otra vez, y su carrera florece de la manera más extraordinaria. Una joven lectora le dice cuánto adoró su caracterización de una mujer fuerte, apurándolo a decir, "A decir verdad, me considero un escritor feminista." Su caída llega sólo cuando el héroe de la historia, Sandman, también conocido como el Príncipe de Historias, libera a Calíope de su cautiverio. Un ser de creatividad y carisma sin fronteras, Sandman gobierna el Sueño, el reino que visitamos cuando dormimos, donde "se crean las historias". Más antiguo y más poderoso que los dioses más poderosos, él puede recompensarnos con delicias exquisitas o castigarnos con pesadillas interminables, dependiendo de lo que él sienta que nos merecemos. Para castigar al violador, Sandman inunda la mente de Madoc con un torrente de ideas tan salvaje que es incapaz de escribirlas, mucho menos sacarles provecho.

 

Mientras los alegatos de la conducta sexual indebida de Gaiman aparecieron el pasado verano, algunos observadores percibieron que Gaiman y Madoc tienen ciertas cosas en común. Como Madoc, Gaiman se ha llamado a sí mismo feminista. Como Madoc, Gaiman a acumulado grandes premios (para Gaiman, premios en ciencia ficción y fantasía así como docenas de premios por novelas contemporáneas, cuentos, televisión y cine, ayudándolo, de acuerdo a varias fuentes, a ser exponencialmente millonario). Y como Madoc, Gaiman ha llegado a ser visto como una figura que trascendió, y transformó, los géneros en los cuales escribió: primero cómics, luego fantasía y literatura infantil. Pero durante la mayoría de su carrera, los lectores lo identificaban no como el violador, que aparece en un solo número, pero con Sandman, la fuente inagotable de historias.

 

Uno de los dones más grandes de Gaiman como contador de historias era su voz, un cálido y gentil instrumento que había afinado de pequeño a través de lecciones de elocución en East Grinstead, 15 kilómetros al sur de Londres. En América, la gente erróneamente asumía que era un caballero inglés. "Él hablaba muy lentamente, de una forma hipnótica," dice uno de sus antiguos estudiantes en el seminario de escritura fantástica Clarion. Escribía de esa forma también, con ritmo y mesura, arrullándote en un trance en la manera que un bardo lo haría con una lira. Otro don era su memoria. Tiene "bibliotecas repletas de libros memorizados," me dijo uno de sus viejos amigos, señalando que podía evocar los números de página de sus pasajes preferidos y recitarlos palabra por palabra. Su enorme colección era lo suficientemente ecléctica como para abarcar tanto una caja de comics (Spider-Man, Silver Surfer) de su niñez y las obras de Oscar Wilde que recibió de regalo para su bar mitzvah. Para The Sandman, una propiedad de DC olvidada que le habían encomendado desempolvar y pulir, Gaiman le dio al héroe un cambio de imagen, reemplazando su traje verde, fedora y máscara de gas con la armadura de cuero de un gótico atormentado, y lo rodeó con personajes extraídos de los libros que podía hojear de su biblioteca mental, desde íconos clásicos como Shakespeare y Lucifer hasta el oscuro excéntrico Joshua Abraham Norton. Norman Mailer lo llamó "una tira cómica para intelectuales."

 

Gaiman y Sandman compartían una predilección por vestir de negro, una melena de pelo negro rebelde, y un poder erótico pocas veces poseído por autores de cómic y novelas de fantasía. Un descendiente de inmigrantes polaco-judíos, Gaiman tuvo sus comienzos en los '80 como periodista por encargo en Londres escribiendo acerca de Duran Duran, Lou Reed y otros nobles melancólicos del rock, y en el mundo de las convenciones de comics, era lo más cercano que había a ese arquetipo. Las mujeres se presentaban allí vestidas con la elaborada indumentaria gótico-victoriana de sus personajes y le rogaban que les autografíe los pechos, o le deslizaban las llaves de sus cuartos de hotel. Una escritora recuerda haberse encontrado con Gaiman en una World Fantasy Convention de 2011. Su asistente no estaba con él, y estaba llegando tarde a una lectura. "No puedo llegar si camino solo," le dijo. Mientras marchaban hacia la convención uno al lado de otro, "todo el piso lleno de gente giró la cabeza y se abalanzó hacia él", dice. "Querían relacionarse con él de maneras en las que no estaba preparada para defenderlo." Una mujer cayó a sus pies y lloró.

 

La gente que se agrupa en convenciones de fantasía y firmas de libros constituyen una "comunidad inherentemente vulnerable," una de las antiguas amigas de Gaiman, escritora de fantasía, me dice. Se "envuelven a sí mismos en torno a un texto que les encanta de forma tal que se vuelve su identidad," dice ella. Quieren compartir sus almas con los creadores de esas obras. "Y si tenés un mínimo de moral, decís 'no.'" Era un secreto a voces al final de los noventa entre los asistentes de convenciones que Gaiman había engañado a su primer esposa, Mary McGrath, una Ciencióloga reservada con la que se había casado en sus 20. Pero en mis conversaciones con los viejos colegas, colaboradores y amigos de Gaiman, casi todos ellos me dijeron que nunca hubieran imaginado que las aventuras de Gaiman podrían haber sido nada más que efusivamente consensuadas. En palabras de un editor importante del rubro, "La única cosa que escucho una y otra vez, principalmente de mujeres, es 'El siempre fue bueno conmigo. Siempre fue un caballero'". La escritora Kelly Link, que conoció a Gaiman en 1997 en una de sus lecturas, lo recuerda como adorablemente zonzo. "Era desdichado de una manera particularmente exasperante," dice ella, "pero eso también lo hacía aparecer bastante inofensivo." Alguien que tuvo un encuentro sexual con Gaiman en los 80 lo recuerda hojeando unas tarjetas escritas por los fans en una sesión de preguntas y respuestas. Una vez, una fan le preguntó si podría ser su "esclava sexual": "lo leyó en voz alta y dijo 'Ehh… no.' Parecía muy recatado."

 

Pero hubo otros que vieron un lado distinto del autor. Una mujer, Brenda (seudónimo), conoció a Gaiman en los '90 en un evento de The Sandman en el que estaba trabajando. En las filas para autografiar, Gaiman tenía don para conectar con cada individuo. Hacía preguntas, se reía, y les aseguraba que su incapacidad para hablar coherentemente estaba bien. Luego del evento, en una cena para los que habían trabajado allí, Gaiman se sentó al lado de Brenda. "Todo el mundo quería estar cerca suyo, pero el estaba increíblemente enfocado en mí," dice. Algunos años más tarde, Brenda viajó a Chicago para asistir a la World Horror Convention, donde Gaiman recibió el premio mayor por American Gods, el libro que lo cimentó como un novelista best-seller. La noche después de la ceremonia, ella y Gaiman terminaron juntos en la cama. Apenas  empezaron a intimar, la emoción que la había atraído hacia el –el hechizo mágico de su interés en su individualidad– se esfumó. "Parecía tener un libreto," me dice ella. "Quería que lo llamara 'Amo' inmediatamente." Exigió que ella le entregara el alma. "Era como si estuviera llevando adelante un ritual que no tenía nada que ver conmigo."

 


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