En 2014, las grietas en la unión de Gaiman y Palmer empezaron a ser evidentes para quienes los frecuentaban. Mientras estaban en Bard, decidieron comprar una casa en el norte. Palmer hubiera preferido vivir en new York City, pero a Gaiman le gustaban los bosques. Eventualmente, el escogió una inmensa finca de 32 hectáreas en Woodstock. Era el dinero de Gaiman, me dice un amigo que los acompañó en la búsqueda, "y él era el que iba a tener la última palabra."
Más tarde ese año, Palmer quedó embarazada. Ella y Gaiman pasaban más tiempo juntos y hablando acerca de aminorar la marcha y darle toda su atención al matrimonio. Ella quiso cerrar la relación, y él accedió. Pero llevando 8 meses de embarazo, Gaiman le vino con un problema: se había acostado con una fan de unos 20 años y la había desvirgado. Ahora, le dijo Gaiman, la chica se "estaba volviendo loca." El le prometió que iba a cambiar, y apuntaron una cita con un especialista en parejas. Gaiman era proclive a tener ataques de pánico, y él nunca se había hecho tratar. "Amanda quedó estupefacta a cuán traumado estaba Neil, dada su imagen pública y el hombre con el que creyó que se había casado," me cuenta uno de sus allegados.
Una de las personas a las cuales Palmer le confesó sus problemas maritales fue Caroline, una ceramicista que, junto con su esposo albañil, Phillip, habían estado viviendo en la propiedad de Woodstock y oficiando de cuidadores. Gaiman les había hecho una oferta que era demasiado buena como para ser cierta. Construirían una extensión para una de las cabañas pagada por Gaiman, y a cambio, Gaiman les vendería una parcela de 2 hectáreas, permitiéndoles construir una casa con cobertizo para compartir con sus tres hijas. Cuidarían del jardín, harían los mandados para las visitas, restaurarían las viviendas, que precisaban arreglos de plomería y electricidad.
Un día en el almuerzo, Palmer le contó a Caroline que odiaba vivir en el bosque y que estaba perturbada por lo que iba descubriendo de su esposo. "No tenés idea las cosas retorcidas y turbias que pasan por la cabeza de ese hombre," recuerda que Palmer le habría contado. Palmer dijo que desearía que su matrimonio fuera más como el de Caroline y Philip, pero su matrimonio de 11 años se estaba desmoronando, también. En 2017, Philip se fue de la casa. Carolina, con 54 años, se pasaba los días en la cama llorando y bebiendo. Había dejado de comer, y eventualmente, de trabajar. Fue ahí que Gaiman empezó a reparar en ella. Le llevaba jugos a su cabaña y le inquietaba que estuviera perdiendo tanto peso. La primera vez que él la tocó, ella estaba sentada en su sofá al lado suyo, llorando del agotamiento. Gaiman le dijo "necesitás un abrazo." Ella se paró y él la abrazó, luego deslizó sus manos entre sus pantalones y su ropa interior y le estrujó las nalgas. Ella no recuerda decir o hacer nada en el momento. "me quedé atónita," dice.
En los dos años siguientes, tuvieron una serie de encuentros íntimos, siempre cuando Palmer no estaba. Cuando Gaiman no estaba, a menudo recurrían al sexo telefónico. Al principio Caroline, que no había estado con nadie desde que se había ido Philip, lo hizo a sabiendas. Pero al final de su segundo encuentro, ella recuerda haberle preguntado a Gaiman qué pensaría Palmer de su romance: "El dijo, 'Caroline, no hay ningún romance.'" Luego de eso, ella intentó mantener la distancia, esquivándole la mirada cuando lo veía en la propiedad. Era difícil de evitar. El puso una incubadora de huevos en la cabaña de Caroline e iba a echarle un vistazo, entrando sin enviar mensaje previo. El caminó hacia ella, le metió el pulgar en la boca, y le retorció los pezones. Ella le dijo a Gaiman que el trato la estaba haciendo "sentir mal." Ella recuerda que le respondió "No quiero que te sientas mal." Pero nada cambió. Caroline no tenía ingresos en ese momento y le pedía prestado a su hermana para el día a día. Ella se preocupó de que, si no complacía a Gaiman, ella la echaría de su propiedad y que ni ella ni sus tres hijas tendrían dónde ir. "Me gusta nuestro acuerdo," ella recuerda que le dijo. "Vos me cuidás a mí, y yo cuidaré de vos."
A veces, hacía de niñera. Una vez Caroline y el chico, de 4 años, se quedaron dormidos leyendo historias en la cama de Palmer y Gaiman. El se metió en la cama con su hijo en el medio, y después estiró la mano hacia la de Caroline y se la llevaba a su miembro. Ella dice que saltó de la cama. "No tenía ningún límite," dice Caroline. "Recuerdo haber pensado que había algo que andaba muy mal con él."
En abril de 2021, Gaiman le informó a Caroline que la tierra que le había prometido ya no estaba disponible. Ese verano, ella dejó de responder a sus intentos de inducirla a tener sexo telefónico y Gaiman aumentó la insistencia conque se fuera de su propiedad.
Una noche de diciembre de 2021, el manager de negocios de Gaiman, Terry Bird, llamó a Caroline y le ofreció 5000 dólares para mudarse inmediatamente si firmaba un acuerdo de confidencialidad de 16 páginas aceptando nunca revelar sus experiencias con Gaiman ni Palmer o iniciar acciones legales contra Gaiman. Carolina recuerda haberle dicho a Bird, "Qué voy a hacer con 5000 dólares? Necesito terapia. Esto cuesta por lo menos 300.000." En retrospectiva, ella dice que no recuerda por qué dijo ese número, pero Gaiman accedió, y ella firmó. (Los representantes de Gaiman dicen que Caroline inició los encuentros sexuales y niegan que hayan tenido ninguna actividad sexual en presencia de su hijo.)
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Dos meses más tarde, Pavlovich llegó a Waiheke. Para entonces, Palmer y Gaiman se estaban divorciando. Según los amigos de Palmer, ella le pidió el divorcio después de que Rachel la llamó para contarle que ella y Gaiman todavía seguían teniendo contacto sexual, muy pasado el punto en el que Palmer pensaba que su relación había terminado. Ella se sintió dolida, pero no se sorprendió. "Encuentro todo esto extremadamente aburrido," le escribió luego a Rachel, que recuerda el intercambio. "La simple falta de auto-conocimiento y la falta de interés en el auto-conocimiento." Afines de 2021, Palmer se había enterado de lo de Caroline, también. "Recuerdo cuando me decía, 'esa pobre mujer,'" dice Lance Horne, un músico y amigo de Palmer en el que había confiado en aquel momento. "'No puedo creer que lo haya hecho de nuevo.'"
Para el momento en el que ella le habría pedido a Pavlovich que le hiciera de niñera, Palmer estaba harta del comportamiento de Gaiman, pero "aún tenía algo de fe en su decencia," cuenta un amigo. Aún así, ella intuyó lo suficiente como para advertirle a Gaiman que se mantuviera lejos de su nueva niñera. "Recuerdo el momento en que ella le dijo 'Podrías herir a esta persona y romperla; mantené tus manos lejos de ella,'" dice su amigo. Y Palmer aún esperaba, de acuerdo a sus allegados, que ella y Gaiman pudieran ser capaces de negociar un acuerdo de crianza compartida en paz. Ella encontró una escuela para su hijo y las dos casas en Waiheke. "Ella iba a dar lo mejor de sí para que Neil estuviera presente para su hijo," dice un amigo.
Una tarde, Palmer dejó a Pavlovich y al niño con Gaiman y se fue a refugiar a su propia casa. Pavlovich estaba en la cocina limpiando, cuando el se le acercó por detrás y la llevó hacia el sofá. "Todo pasó de nuevo tan rápido," dice Pavlovich. Gaiman le bajó los pantalones y empezó a darle cintazos. Luego intentó iniciar sexo anal sin lubricación. "Grité 'no'" dice Pavlovich. Si Gaiman y Pavlovich hubieran estado practicando BDSM, esto podría ser entendido como una escena de violación, una situación que a veces se describe como "no-consenso consensuado" Pero eso hubiera requerido de cuidadoso acuerdo previo, el cual según ella no se hizo. Después de que ella dijo "no," Gaiman se apartó brevemente y fue hacia la cocina. Cuando volvió, trajo manteca para usar como lubricante. Ella siguió gritando hasta que Gaiman terminó. Cuando lo hizo, la llamó su "esclava" y le ordenó que "lo limpiara." Ella objetó que no era higiénico. "El dijo, 'estás desafiando a tu maestro?'" recuerda. "Tuve que lamer mi propia mierda."
Después de eso, se metió en la ducha e intentó lavarse la boca con una barra de jabón de lavanda. Tenía una textura granulada y gusto a metal, ácido y hierbas. Vio que había sangre escurriéndose por el drenaje. El no había usado condón, y ella temió haber contraído una infección. Tenía migraña, y le dolía todo el cuerpo. Pero ella no había considerado irse. Se había odiado toda su vida, me dice, "y cuando alguien viene y te odia tanto como te odiás vos, es medio como un alivio, así no sea siempre consensuado."
Ella dice que entiende cómo se habrán sentido los cienciólogos cuando eran enviados al Hoyo, un centro de detención en el que eran obligados a lamer el piso como castigo. Ella había oído que algunos se quedaban en la habitación incluso después de que les fuera permitido irse. "La gente sigue lamiendo el suelo en ese cuarto horrible," dice ella.
Las noches con Gaiman se confundían unas con otras. Estuvo aquella vez en la que se desmayó del dolor mientras Gaiman tenía sexo anal con ella. Le hizo practicarle sexo oral mientras tenía restos de orina. Le ordenó que se lo chupara mientras miraba adelantos para la primer temporada de The Sandman. En una ocasión, le penetró la garganta con tanta fuerza que la hizo vomitarle encima. Luego le dijo que comiera el vómito de su regazo y lo lamiera del sofá.
Alrededor de una semana de tiempo transcurrido, su hijo empezó a llamarla "esclava" y le ordenaba a Pavlovich que le dijese "Amo." Gaiman parecía encontrarlo divertido. A veces le decía a su hijo, con tono afable, "No, no, Scarlett no es una esclava. No debés llamarla así." Un día, Pavlovich fue hacia el living en donde Gaiman y el niño estaban en el sofá viendo el show infantil Odd Squad. Ella se les unió y se sentó al lado del chico. Gaiman puso sus brazos alrededor de ambos, se estiró hacia la camisa de Pavlovich, y le acarició los senos. Ella dice que no hizo ningún esfuerzo en ocultarle a su hijo lo que estaba haciendo. En otra ocasión, durante el día, le pidió sexo oral en medio de la cocina mientras el chico estaba despierto y dando vueltas por la casa. "El nunca cerraba ninguna puerta," dice.
El 19 de febrero de 2022, Gaiman y su hijo pasaron la noche en un hotel en Auckland, que a veces hacían por diversión. Gaiman le pidió a Pavlovich si podía ir y cuidar al niño por una hora para que el pudiera ir a una sesión de masajes. Era un cuarto pequeño–una cama de dos plazas, un televisor, y un baño. Cuando volvió, Gaiman y el chico comieron la cena, comida rápida de una delicatessen cercana. Después, Gaiman quería ver una película, pero el chico quería jugar con el iPad. El chico se sentó al lado de la pared al lado de la ventana que daba hacia la ciudad, de cara a la cama. Pavlovich se sentó al borde del colchón; Gaiman se metió en la cama y la acostó para que quedara de espaldas. El los cubrió con la sábana. Ella intentó hacerle señas con los ojos para que se detuviera. Ella exclamó en silencio "qué mierda estás haciendo?" Ella no quería que el chico oyera lo que estaba diciendo. Gaiman la ignoró. La acercó hacia sí, se sacó los pantalones, le quitó el vestido, y empezó a tener sexo con ella por detrás mientras seguía hablando con su hijo.
"Realmente deberías desenchufarte del iPad,'" ella recuerda que dijo. Pavlovich, en estado de shock, enterró su cabeza en la almohada. Después de unos cinco minutos, Gaiman se levantó y caminó hacia el baño, semidesnudo. El había orinado en su mano y había vuelto adonde estaba Pavlovich, paralizada en la cama, y le habría dicho que "lo lamiera todo." El volvió a ir al baño, desnudo de la cintura para abajo. "Antes de que te vayas," le dijo a Pavlovich, "tenés que terminar tu trabajo." Ella fue al baño, y el la puso de rodillas. La puerta estaba abierta. (Los representantes de Gaiman dicen que estas declaraciones son "falsas, y de más está decir, deplorables.")
Tres semanas después de que Pavlovich llegara a Waiheke, Palmer le dijo que el niño viajaría con Gaiman a Edinburgo en unos días para visitar la producción de Amazon de su serie Anansi Boys. No la necesitarían por un par de semanas. Esa mañana, Pavlovich se enfermó de COVID. Palmer y Gaiman acordaron que ella podría aislarse en la casa vacía de Gaiman.
Todavía no le habían pagado ninguna de las horas que había trabajado para ellos.
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