Traté de mantenerme despegado lo más posible de todo, desde que llegué.
Ninguna intención realmente, y ninguna expectativa.
Esa sensación de partido perdido que, incluso habiéndolo ganado, no alcanza para ganar la temporada.
Y nunca es un problema personal con ninguno de los otros miembros; es más bien como un desacuerdo fundamental en las elecciones a tomar, cuando nadie desea tomar decisiones. Un momento en que las prioridades para un proyecto en colaboración se convierte en 5 individuos tocando en la misma banda por motivaciones diferentes. Y las motivaciones diferentes para un proyecto en colaboración que carece de prioridades, eventualmente se transforman en problemas personales.
Una sensación rara y a la vez tan familiar, la prueba de sonido y Paraná.
Para quien vive en un solo lugar y nunca sale, y visita sólo semanalmente,
Paraná es maravilloso. Calles que suben y bajan, preciosos y frondosos espacios verdes,
y toda una cultura en torno al río con magníficas playas y costaneras.
Lo mejor siempre, es la gente. Para quien vive de Santa Fe y hace su parte de visitante,
el público de Paraná es ferviente y cálido. Abrazos, bebidas compartidas, coros y pogos
espontáneos, miles de fotos, gargantas roncas y noches sacudidas por el metal.
Anoche fue todo eso, más las restricciones COVID.
El público de Paraná gusta del metal, se enorgullece de él, y le brinda incondicional apoyo a sus músicos.
Hay grandes bandas, de un calibre muy poderoso y territorial, hijas de una tradición de gauchos y caudillos.
Sobra pasión, camaradería, boca a boca, valor incalculable de la afición. Programas de radio o transmisiones independientes que cubren la escena local con entrevistas, fotógrafos y sobre todo, con amigos.
Por desgracia en Paraná, con tantos grandes lugares para tocar, no hay lugares para tocar.
Sea falta de estímulo del gobierno u otros teoremas políticos interfiriendo, los lugares son inaccesibles para el bioma que representan las bandas de dicha región. Firmas firmes como Vorterix están ancladas en la ciudad, y contribuyen enormemente a la organización de mejores eventos y a agrupar una comunidad ansiosa por dar el presente y brindar lo que tenga para ofrecer para colaborar.
Aún así, no parece suficiente. Tal vez nunca lo sea.
Una sensación rara y a la vez tan familiar, la prueba de sonido y Paraná.
Teniendo que esperar una hora a que los demás vengan y armen, de nuevo.
Haciendo pruebas de sonido que dilatan el horario del show, otra vez.
Lidiando con los conflictos de equipos y cables o con el/los sonidistas de turno, como siempre.
Esperar otra hora más a que el resto de la banda vaya a sus casas, se produzca, prepare sus cosas y vuelva, dilatando aún más el horario del show, invariablemente. La Segunda Espera.
A la deriva y pensando en la comida, solo o con el chofer de turno, pero siempre aparte de la banda (malísima la comida del lugar, dicho sea de paso! incluso para los veteranos consumidores de pan durazno, Las papas con cheddar parecían recalentadas; la pizza era tan fina que daba lástima mirarla).
Luego La Tercera Espera, hasta que cada miembro de la banda llega con su familia (y su carga de conflictos, reglas, expectativas, subjetividades y noción del valor de sus aportes no solicitados a la banda).
Usualmente, la suma de las Tres Esperas termina haciendo que se pruebe sonido 1 hora más tarde, se arranque el show 1 hora más tarde, y se termine el show 2+ horas más tarde.
A veces es responsabilidad de la banda, pero los lugares, los sonidistas y el resto de la gente también contribuye a eso. Y creo que nadie lo hace intencionalmente, pero sin embargo todo esto ocurre en cada fecha organizada para tocar. Horas de demora adicionales si además se toca con otra banda (y su carga de conflictos, reglas, expectativas, subjetividades y valor de aportes no solicitados).
Me sorprendió sí que incluso con todas estas esperas el show se cerró casi en horario, algo que siempre es un bonus para mí. Me sorprendió también haber vuelto a ver tantas caras familiares de gente que no conozco realmente. Y varios nuevos que nunca habían oído hablar de la banda (mucho menos, haberla escuchado). Y cuán poco y cuánto nos reconocemos algunos con barbijos puestos. Me sorprendió el calor en el pecho al cantar algunos temas, como me sorprendió el progresivo dolor de rodilla que me impide sentarme (gracias, Farmacia*).
Y creo que las sorpresas legítimas son cisnes negros que vale la pena perseguir, y por las cuales creo que sigue valiendo la actitud de "pago por ver"... y pensar que tal vez el próximo show va a ser mejor, y los ensayos se van a normalizar, y la banda va a tener presupuesto para organizar sus propias fechas, mejorar equipo y adquirir una plataforma más respetable. Que tal vez valga la pena seguir peleando por todo esto si se acomodan un par de pequeñas cosas, y el viento a favor acompaña. Que preparar un portafolio de trabajo permita que la banda reciba una suntuosa comisión y libertad para organizar shows permita que un manager nos administre y provea de los incentivos para que toda la maquinaria siga rodando.
Dejar las cosas al azar, a lo fortuito o lo excepcional
es La Cuarta Espera. Y se ha cobrado ya incalculables recursos y tiempo.
Mejor seguir adelante, y cada tanto ir viendo qué pasa(rá).
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