A nadie le gusta sentirse mal.
Puede argumentarse que las emociones de las que rehuímos existen sólo para darle valor y significado a aquellas emociones que perseguimos constantemente, por iniciativa propia o por mandato de quienes nos rodean.
Si no sabemos lo que es sentirnos mal, es imposible saber con claridad en qué momento cruzamos el umbral hacia el bienestar, o cómo permanecer en esa zona todo el tiempo que deseemos.
A veces no son las sensaciones las que hacen la diferencia, sino las palabras que elegimos para definirlas. La incapacidad de poder ponerle el nombre adecuado a lo que nos pasa nos mantiene más tiempo en una zona de incomodidad, molestia o disgusto.
La mente es un mecanismo peculiar en busca de problemas para resolver e información para procesar, con o sin nuestra aprobación, la mayor parte del tiempo. Ni siquiera se detiene cuando dormimos, y eso a veces nos quita el sueño.
Al mismo tiempo, la mente es un sistema que pretende asegurar nuestra superviviencia optimizando nuestros recursos y gastando la menor cantidad de energía posible para preservarnos. Esto muchas veces genera un conflicto interno con aquello que sentimos y nos deja exhaustos e incapaces de aplicarnos a nuestras labores, obligaciones y listas de cosas que cumplir.
En pos de preservar recursos, e incapaz de procesar adecuadamente lo que ocurre a nuestro alrededor, la mente opta por dejarnos en un estado de parálisis (la llamada "parálisis por análisis" según la psicología positiva), o bien busca rehuír dichas disonancias de cualquier manera posible. Muchas veces, sin que importen las consecuencias posteriores.
Y es ahí donde el conflicto encuentra tierra común para afincarse; el lugar donde habita la mente de mono no sólo nuestra, sino también la de los demás... el lugar en el cual no se procesa nada más que el impulso, el instinto, y lo más básico de nuestra mamífera naturaleza.
Se dice que estamos programados desde que bajamos de los árboles y nos adentramos en las cavernas, al menos una vez en el día, a sucumbir a la mente de mono de la que habla el Tao; a hacer algo totalmente estúpido, peligroso o contraproducente; a estallar, sin saber bien por qué, en una lluvia de heces arrojadas en todas las direcciones; a "que se pudra todo", como suele decirse por estos lares.
Siendo ésto inevitable, es preciso desarrollar un método para mantener estas mentes primitivas en regla. Muchos lo racionalizamos, con mayor o menor eficacia, intentando encontrar el punto en el cual "se pudre todo" para evitar que nos ocurra la próxima vez y nos encontremos en un lugar del que es muy difícil volver. Otros prefieren meditar, salir a caminar o moverse, o buscar distracciones que apacigüen la sensación.
Algunos de éstos métodos generan hábitos, atajos mentales creados para ahorrarle procesos a la mente. Positivos o negativos, son instrucciones y variables que la mente desarrolla y aplica automáticamente bajo determinadas circunstancias. Ahí se encuentra justificada la dependencia crónica del alcohol, de las drogas, de Netflix, de las redes sociales, de los videojuegos o de cualquier otra cosa que atenta directamente contra nuestro propósito de lograr nuestros objetivos.
Y pienso que todo ésto se desprende de la incapacidad de ponerle nombre apropiado a lo que nos pasa, y de confundirlo con otra cosa, o de racionalizarlo de la manera equivocada y permitir la formación de instrucciones que nos saque de ahí sin importar lo que se pudra.
Si logramos identificar y nombrar con precisión aquello que sentimos, la mente sabrá con precisión qué mecanismos activar para sacarnos de ahí de la manera más eficiente que tenga a su alcance en base a experiencias previas.
El problema no es el sistema, sino las palabras que mutan de una persona a la otra. Amor, Odio, Rencor, Desilusión, Tristeza, Esperanza, Euforia, y tantas otras, desencadenan acontecimientos para los cuales cada mente tiene un mecanismo diferente.
Qué pasaría si pudiéramos ponernos de acuerdo, de la forma más precisa posible, acerca de lo que nos pasa? Qué pasaría si todos comprendiéramos el significado exacto de lo que nos pasa instantes antes de que se pudra todo? Qué pasaría si examináramos con detenimiento la riqueza de nuestro vocabulario antes de que "pasen cosas"...?
Hay una sola forma de averiguarlo.
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