Pocas cosas resultan más irritantes que las obviedades.
Excepto obviar lo obvio y reincidir en algo que, obviamente, podría haberse evitado.
Si suena circular y enrevesado, es porque lo es.
De la misma manera que prácticamente toda instancia en las vidas de las personas posee las mismas características: circular, porque nuestras vidas son una sumatoria de ciclos que empiezan, terminan y vuelven a comenzar.
Enrevesada, porque está atada a los ciclos de quienes nos rodean.
Si conocemos lo obvio, podemos tomar entonces mejores decisiones.
Qué es obvio y qué no cambia con cada persona...
Es obvio que consumir alcohol -o cualquier cosa en exceso-
nos deja peor que ayer, aunque se sienta mejor que moderarse.
Es obvio que todo aquello que soñamos está fuera
de nuestra zona de confort, aunque saberlo nos haga sentir más cómodos.
Es obvio que saber inglés es fundamental para cualquiera
que quiera ganar dinero, aunque "no le de el tiempo" para hacerlo.
En mi caso, es obvio que la abundancia de medios para expresarse
(principalmente a disposición de quienes no tienen nada para decir)
ha saturado todas las vías o formas de dirimir lo importante de lo efímero.
Me resulta sumamente obvia la derrota del sistema educativo,
casi tan obvia como la evidente intención anual de un hatajo de gremialistas
de tomar la educación de rehén para tener mejores sueldos y peores maestros.
Es, a mi ver, cegadoramente obvio que el sistema político
se resecó lo suficiente como para ser ignorado por completo,
generando no sólo un alivio general al estrés de tener que saberlo todo,
sino además tiempo recuperado -una idea crucial que explicaré en el futuro-.
Aún así... Queda preguntar entonces si es obvio o no para la mayoría
el concepto de entretenimiento infinito.
Veamos:
es posible leer todos los libros hoy disponibles para leer?
alcanza una sola vida para ver todas las películas hechas al día de la fecha?
Se puede hacer un recuento ordenado de todas las piezas musicales y escucharse completo?
Última pregunta:
tiene sentido hacer todas estas cosas, a menos que se pretenda llenar la lista de la semana?
La respuesta es NO. Y esto es obvio para cualquiera que se considere inteligente.
Desde luego es preciso hacer una distinción; qué nos gusta, qué no.
No podemos saber, sin embargo, qué nos gustará y qué no hasta que lo probemos.
Ahora, cuando abandonamos toda pretensión de buen gusto y dejamos las decisión
a los algoritmos y a la presión de pares (esto es, a que el resto se responsabilice de divertirnos), muy probablemente la mayoría de lo disponible sea una basura.
Increíblemente popular basura, desde luego.
Es obvio que la mayoría siempre tiene razón.
"El Sol gira alrededor de la Tierra.
Millones de girasoles no pueden estar equivocados", eh.
Esto es lo que algunos interpretan como Ley Natural, aparentemente.
Antes había que pagar para tener la "verdadera" información, dato, obra.
Y si no verdadera, cuanto menos de rigurosa calidad en contraste a la producción moderna.
Hoy la auténtica información yace junto a tendales, hectáreas, kilómetros de información falsa. Siendo una obra de arte un instrumento capaz de provocar un cambio en quien lo escuche, están aquellos también que despiertan emociones auténticas, compartiendo vidriera con los propagadores de la perpetua y masturbatoria intrascendencia.
En esto el pasado tiene amplísima ventaja:
Aquello que perduró es porque ha sido preservado.
Aquello que no, desde luego fue borrado.
la historia la escriben los vencedores, es cierto.
No hay mejor cliente que el cliente con amnesia, también es cierto.
Y la Industria lo sabe. Y la contraindustria también.
No nos engañemos: todos los días alguien sube algo de dudosa o nula relevancia, rigor artístico, calidad o valor duradero. A veces somos nosotros mismos los culpables.
Diez minutos de un libro que puede cambiarnos la vida
ocupa el mismo tiempo que cincuenta publicaciones compartidas,
memes y fotos mirando al horizonte mal sacadas
de quienes seguimos en nuestras redes, vaya a saber por qué.
Es esto obvio?
Y si lo es, por qué persiste, lector, el afán de la mayoría por perder el tiempo,
en lugar de buscar recuperarlo o cuanto menos, invertirlo mejor?
Simplemente mirando para atrás y sirviéndonos de los cuantiosos recursos disponibles hoy en día, ahorrar tiempo es posible, y recuperarlo se convierte en una opción.
Por poner uno de tantos ejemplos, no hace falta más que ver que
Las Meditaciones de Marco Aurelio (un libro de notas mentales a sí mismo del que sería imposible hacer una película entretenida) tiene las mismas páginas que Cincuenta Sombras de Grey (un libro mal escrito con increíble potencial para encandilar a quienes fingen saber leer). Tal vez, menos.
La última temporada de la última serie popular de Netflix
debe tener -mmmmás o menos- la misma duración que todas las películas de Martin Scorsese.
A una de las dos las podés tragar sin saborear y después jactarte del hecho.
La otra va a requerir semanas, tal vez una vida, de digestión.
La última película de superhéroes, supuestamente iconos necesarios para la niñez,
con presupuestos capaces de proveer agua potable a todo el mundo moderno,
dura lo mismo que Lo Que El Viento Se Llevó.
Un recuento de las vidas de Alejandro Magno, Julio César y Napoleón tiene ciertamente mayores repercusiones para el espíritu que la permanencia de Wanda Nara, Kim Kardashian y Billie Eilish en los portales de noticias.
Es obvia la ironía?
Podemos hacer este mismo ejercicio para todas y cada una de las obras que se nos ocurran.
Y para aquellas cosas que consideramos importantes -o nos decimos a nosotros mismos que lo son-, también. De esa forma cualquiera capaz de hacer un poco de revista se de cuenta dónde están los agujeros en el cuenco diario que aloja ni mas ni menos que veinticuatro horas para todos. Sin distinción.-
Este post suponía ser una lista de lista acerca de cosas memorables y positividad,
en lugar de eso se convirtió más en una cachetada de las que todos necesitamos en momentos de extremada estupidez.
Ese es el tipo de cambios emocionales que me genera el paradigma de la obviedad:
No hay nada de malo en ser un ignorante.
Reconocerlo es el primer paso para dejar de serlo.
Lo verdaderamente maligno es disfrazar la ignorancia de falsa autoimportancia.
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