Sólo oscuridad. Y miradas.
Decenas, cientos de ellas. Tal vez manojos.
Enfocadas en tus palabras.
Tus palabras, que sonaban tan bien en tu cabeza.
Esa respuesta veloz que no acepta
errores de ortografía, semántica o ediciones.
Porque todos te están mirando.
Te estamos mirando.
Escribiste acá. Estás acá.
Una de esas dos cosas, fue un error.
Declaraste portar una verdad que explicar
a todos los demás libres de opinar lo que quieran.
Pero lo que escribís no tiene sentido.
O lo que decís carece de contenido.
Pero, elevando apuestas, lo seguís haciendo...
ahora con menor aplomo y mayor nerviosismo.
Todavía sin errores de ortografía.
Incapaz de completar un párrafo o pensamiento coherente,
ante la evidencia de preguntas que dejás sin responder,
querés convertir un show de magia en una partida de poker;
pero viste mal las cartas, apostaste todo,
y todos tus rivales jugaron abiertas sus manos.
Te toca mostrar que no tenés más nada
... entonces con desdén, rompés las cartas.
Rompés las reglas. Y por ello, no perdés.
Y te felicitás por ello.
Porque si no aceptás la derrota, técnicamente no perdés.
Tu ego queda mayormente intacto.
Tu tiempo, irremediablemente evaporado.
Tu creatividad, complotando en tu contra.
En un silencio Total y Vacío.
Todos terminamos de leer
lo que interpretaste como una revelación.
Felicidades.
Se va tu vida. De tus manos. Por tu propia decisión.
Y todos te estamos mirando.
No pares de escribir. Llegaste hasta acá.
Ahora te toca.
Comentarios
Publicar un comentario