"Viví en grande y atrevete a fallar."
Ciertamente una frase cargada de inspiración.
Sin dudas sobran ejemplos de gente que se entrega al malgasto de recursos y energías y otras venturas diarias que tendrán la relevancia de un puñado de arena echado al aire en el futuro. Embebidos en perfumes caros, vestidos de seda, abrazados al alcohol y accediendo a todo exceso.
Esto es sumamente sencillo, sólo requiere plata. Mucha.
Y negarse a ver las cosas por lo que son y serán.
El problema, muchas veces, no es pretender vivir la vida en grande.
El problema es atreverse a fallar.
Fallar implica aceptar que las cosas no salen como queremos.
Fallar implica equivocarse en juicio, palabra, acto, obra u omisión.
Fallar implica soltar muchas cosas a las que nos aferramos irracionalmente.
Fallar implica verse al espejo y saberse vencido.
Fallar implica pedir perdón proporcional a la falta cometida.
Fallar implica reconocer que jamás lo sabremos todo.
Fallar implica desafiar el papel del ego en nuestra jerarquía de prioridades.
Fallar implica perder segundos vitales en la carrera demente hacia la muerte.
La realidad se distorsiona en grande para aquellos que "no fallan".
Porque todos fallamos. Lo hicimos en el pasado, vos y yo, lector.
Y cuando no lo reconocimos, le dimos a nuestro niño interior
la excusa para comportarse como un mocoso malcriado.
Un mocoso malcriado que come y bebe hasta la borrachera.
Un mocoso malcriado que vocifera y patalea cuando no le dan lo que quiere.
Un mocoso malcriado que celebra como victorias las desgracias ajenas.
Un mocoso malcriado que no acepta otros puntos de vista opuestos.
Un mocoso malcriado no se atreve a fallar.
Mucho menos, acepta la derrota.
Y esa es mi invitación para vos, lector:
sea cual fuere el motivo por el que los resultados te fueron adversos,
en lugar de tropezón, reconocelo como una caída.
Date el lugar para experimentar el orgullo herido, la amargura de las lágrimas, el sabor de la sangre en tu comisura mordida.
Abrí tu mente y tu corazón más allá de la decepción inmediata de un revés aparente.
No hay nada positivo que ganar en pretender vivir en grande sin atreverse a fallar.
Calculaste mal. Malinterpretaste. Te dejaste llevar por un impulso.
Avanzaste sin mirar tus pies. Generaste un daño material o emocional enorme.
Perdiste.
Aceptá la derrota. Es hora de perdonarse.
Tu Senda comienza a revelársete a partir de ese momento.
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