Procrastinar.
Una palabra que se puso de moda entre 2014 y 2015 en Estados Unidos y que llegó a nuestras tierras 2 años más tarde en forma de costumbre.
No es que la palabra no existiera antes, pero su definicion pasó de ser "indecisión o demora" traducida literalmente a "no hacer aquello que sabés que tenés que hacer".
Típicamente descripta como un tedio particular ante la perspectiva de cumplir con cosas que son necesariamente una obligación o compromiso asumido, procrastinamos cuando dilatamos innecesariamente los plazos requeridos para cumplirlos.
Generalmente para hacer alguna otra cosa que no es tan urgente o particularmente importante.
Esa sensación de "deber" lavar los platos que deberías haber lavado anoche en el momento en el que programaste sentarte a estudiar, es procrastinación.
Organizar planes con otras personas en lugar de concretar los items de tu agenda semanal, es procrastinar.
Aquel que se sienta con el teléfono al lado a hacer cualquier actividad con la excusa de poder interrumpirla en cualquier momento, está procrastinando.
Estos son algunos ejemplos en los que yo me he visto caer y por los cuales he demorado gran parte de mis trabajos, proyectos personales, listas de cosas para hacer e incluso reuniones con personas para llevar ciertas acciones adelante.
Mirando la palabra y su significado en este momento,
procrastinar nos afecta en dos grandes puntos:
1- No hacemos lo que debemos. Y cuando finalmente lo hacemos, ya es muy tarde.
2- Recaemos en malos hábitos, y en lugar de identificarlos, los defendemos.
"Gracias por el libro que me pasaste; cuando tenga un tiempito lo leo"
"No pude hacer lo que me pediste porque tenía cosas que hacer"
"Estoy con otros asuntos, apenas pueda hago lo que me pedís"
No es ninguna revelación, ciertamente.
Todos conocemos la sensación de demorarnos.
La mirada en el espejo buscando una instrucción, una palabra mágica, algo que nos saque del no-hacer.
La variedad de pasatiempos que se afincan en nuestras horas reservadas al trabajo.
La cronometrada impresión de que sabemos precisamente qué NO estamos haciendo.
Sin ir más lejos, este post se demoró por haber procrastinado.
Lo sabemos y no podemos hacer nada excepto culparnos a nosotros mismos.
Luego nos damos una palmadita en la espalda y seguimos en la nuestra.
Y después pasa alguna cosa que se apropia de nuestro tiempo libre y eso que íbamos a hacer se demoró indefinidamente.
Te acordás, lector, del episodio de los Simpsons de Ringo Starr? En el que una joven Marge le envía una pintura a Ringo, el cual demora 20 años en responder?
El display de la caricatura de Ringo Starr en ese momento nos representa procrastinando.
Ya quisiéramos ser un individuo excepcional abotargado de obligaciones y usar esas palabras.
A todos nos pasa. A algunos menos que a otros.
Eso no significa que no podamos hacer nada al respecto.
Comentarios
Publicar un comentario