Terminé de leer Preacher.
WOW.
Es el tipo de cachetada necesaria para apreciar
la buena vida que tenemos, y que sirve además
de recordatorio que todo en un instante, porque sí
o sin motivo, sin importar la nobleza -presente o no-
de nuestras creencias, códigos o dogmas,
un día todo se puede terminar.
Sin importar cuánto pensemos
que el mundo nos debe, o nos tiene que dar.
Sin importar en qué lugar de la escalera
social/moral uno se piense, o ansíe.
Un día todo se puede terminar.
Mucho antes de que el mundo mismo se termine
-con suerte.
Nunca antes me sonó tan cierta la expresión:
"Lo que merecemos, no lo que necesitamos"
para definir un cómic.
Preacher es ese cómic.
Garth Ennis demuestra una facilidad para hacer malabares con los elementos del cómic que por momentos repugna, por momentos es hilarante, y por momentos es dolorosamente realista.
Pero nunca deja de ser sentido, humano, e inteligente.
Bastante irreverente, también. Varios puntos por encima a lo que uno acostumbra o tolera leer.
Más divertido que leer las noticas, sin duda alguna.
El trabajo de Steve Dillon le da el marco de humanidad a la obra de Ennis que un individuo despreciable como Mark Millar no podrá jamás comprar con sus malhabidos y lucrativos ingresos. Tiene el cuidado y la predisposición a dejar la historia seguir su curso, poniendo énfasis en los lugares que importan,
y sin hacerle asco al surrealismo propio del viscosísimo humor negro en el que la obra está bañado.
Y las portadas de Glenn Fabry sólo cimentan el realismo y el ridículo de la obra a proporciones icónicas...
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Quien diga que vio esta portada y no se acuerda, en su puta vida entró a consciencia a una comiquería. |
Garth Ennis se sirve de lo grotesco para ilustrar (o dar énfasis) a los puntos que objeta, porque en el fondo su intención es la de vivir y dejar vivir al prójimo,
algo que al parecer Los Coros De Idiotas (Twitter, militantes, etc) no entienden con mucha claridad.
Quizás porque somos todos unos imbéciles
si no nos ayudamos y nos damos una mano.
Quizás porque somos todos unos resentidos inmaduros
intentando hacernos los adultos mientras nos empeñamos en patalear.
Quizás porque los cómics de mala calidad
(y por consiguiente, las películas, y por consiguiente,
las novelas, las series de animación y todo aquello
que parta de un storyboard) han inundado todo en
un mar de mediocridad, que nos asfixia en colores,
vacuidad y espectáculo sin sustancia en modo repeat.
Quizás porque los secretos
nunca están mejor guardados que
bajo una gran montaña -o dos, o varias-
de mentiras, comerciales y desinformación.
Quizás porque tal vez el condicionamiento al que las redes sociales nos han sujetado -primero con nuestro permiso, luego con nuestro compromiso- ha generado un daño cerebral irreversible, tan grande que ha dejado una cicatriz en el zeitgeist moderno, y del que ningún narcisista va a ser capaz de liberarse jamás.
Quizás porque con ello la mente de mono colectiva, el mejor cliente para la corporatocracia, está en el estado ideal para consumir sin paladear, sin disfrutar, sin saborear, sin contemplar: consume y excreta, sin pensar ni digerir.
Como hacés vos cada vez que agarrás el teléfono después de la vez número 50.
Puesto de otra manera: por qué razón dejarías
que domine tu vida algo que sólo te hace infeliz?
Esa es la pregunta que Preacher pone a rodar, con la que Garth Ennis hace los malabares que Steve Dillon equilibra mientras Glenn Fabry alucina y no para de generar imágenes retorcidas y legendarias.
Para quien intente más o menos hacerse una idea de por qué todo parece tan jodido o cómo las cosas podrían realmente empeorar y no tenga interés de deprimirse en el intento, entonces Preacher es una lectura obligatoria.
El boludaje se apropió de Star Wars; se apropió de Sandman -o Gaiman se dejó asimilar; criticó la obra de Alan Moore -como el simio critica la teoría de la relatividad; intentó quedarse con los juguetes de todos, abrir las puertas de sus dormitorios, y enseñarles a todos los demás las maravillas de vivir en un mundo sin control, buen gusto o disciplina y con una cuenta de TikTok, una de Twitter y una de Onlyfans.
Preacher es esa mancha que estos individuos (afortunadamente, una vocal minoría de enfermos mentales que no vivirá demasiado considerando su tendal de malas decisiones) nunca jamás van a poder borrar.
Es el diente que le falta al colorado de la revista MAD:
No hay nada que hacer contra él. Aceptar lo que es, basta.
Excepto leer y aceptar lo que es,
Preacher es todo lo que el boludaje recibirá.
Y debería alegrarse, considerando todo lo que ha intentado arruinar
en la cruzada por vivir una vida atrofiada en libertinajes que confunden con la libertad.
Vos sin embargo, lector, estás invitado a ver más allá
de esta generación perdida, de las perfidias políticas
y de las causas "altruistas" a las que un grupo de subsidiados
nos quiere sujetar.
Para vos que estás cerebralmente vivo, lector,
Preacher es la ficha que te hacía falta
para terminar de armar el rompecabezas
de los tiempos que corren, siempre vivo en el intento.
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