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Pensar que fue mi primer ídolo.
Pensar que lo conocí en persona.
Pensar que llegó a los 97 años.
Pensar que trabajó de la alegría.
Carlitos Balá demostró que ser único es la única opción necesaria para ser felices.
Auténtico. Transparente. Promotor -y posiblemente ejemplar- del "Humor Sano".
De hacerte reír con un "Sumbudrúle!", o rematar una frase con su legendario "Eaeapepé!"; de hacer vocalizar a los chicos usando el alfabeto en forma de canción.
Inimitable; imposible de copiar; generador de una veintena de non-sequiturs firmemente afincados en el vocabulario colectivo de grandes y chicos durante cuatro generaciones. Creador de sketches atemporales, surgidos de una chispa de inspiración... "Un kilo y dos pancitos", "más rápido que un bombero", "Sa-sa-sasasása", y portador de un corte de pelo que sólo los valientes campeones de la juventud se han atrevido a llevar con tanta gracia:
Tuve la fortuna de conocerlo en persona, y de compartir un asado sentado al lado suyo. Nunca había visto ojos más brillantes hasta ese entonces.
Hoy que finalmente se fue, llovieron recuerdos entrañables, y algunos otros no tanto. Sin nostalgias, pero con una sonrisa en los labios.
Mi padrastro era probablemente su fan número uno.
El corte de pelo, la predisposición a la carcajada, los remates patentados y hasta la singular fisonomía compartían, sin haberse conocido nunca. La transparencia en la persona, también: seres de legítimo buen corazón eran ambos. Ojalá el Destino les asigne un lugarcito juntos.
Gustavo y Carlitos... qué dupla de Larguiruchos.
Gracias a mi papá, en ese entonces vinculado a la Asociación Bancaria, quedó a cargo de organizar el evento que contrató a Carlitos Balá para venir por primera vez a Santa Fe; era una colecta de juguetes para el Día del Niño.
Gracias a él, pude conocer a Carlitos en persona. Lo veía en ATC ("no desátese", como remataba Balá), en la televisión pública, porque ahí pasaban los dibujos animados de Robocop. Ya en aquel entonces era un hombre grande, una anomalía para los programas de espectáculos infantiles modernos y actuales. Recuerdo el cabello, ya entrado en canas en aquel entonces, tan finamente peinado; su uniforme de buzo y campera deportiva con los colores de Chacarita.
Un hombre poseedor del tipo de aura que tienen (o tenían) nuestros tíos favoritos. Maduro, moderado, bien dispuesto, como el Humor Sano. Ese que trae lágrimas de recuerdos y alegrías y fotos viejas en los rincones menos iluminados de la memoria.
Un día como hoy, se nos fue un hombre así.
Un ejemplo itinerante de Marca Personal,
un maestro en el arte de vivir una vida próspera
cultivando jardincitos repletos de sonrisas allí por donde pasara.
Celebramos la partida, honramos la memoria, y lloramos la pérdida.
Hoy es el Fin de una Era. Otra más, como cuando se fue Elvis. Como cuando partió Jack Kirby. Como cuando Bilbo y Frodo abandonaron por última vez La Comarca.
En días como hoy, los Reyes Magos y Papá Noel dejan de existir.
Y el Humor Sano llega plácida y crudamente a su fin.
Hasta siempre Carlitos.
Gracias por haberte atrevido a ser El Rey para Los Chicos.
Por haber creado un Reino en que los más pequeños puedan dejar su chupete para fortalecer los dientes que le darán sustento cuando crezcan. Un espíritu tan único que perduró firme y sereno durante generaciones en el imaginario colectivo, por decisión popular de la gente, sin haberse jamás tenido pretensiones de dinastía.
Hasta siempre Carlitos.
Cuántos años juntando confianza en los coches de la Línea 89, buscando sacarles una sonrisa que invariablemente trajera el sustento. Cuán admirable determinación. Nadie del público sabrá nunca de tus demonios, tus pesadillas o tus aflicciones. Pocas personas se ganan el derecho de ir para el Otro Lado de forma tan serena.
Pero está claro que vos te lo ganaste.
A fuerza de entusiasmo y tesón, sin levantar jamás un arma.
Hasta siempre, Carlitos Rey de Baláland.
Mi primer ídolo de la infancia.
Eaeapepé!
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