El Plato.
ese lugar hipotético en el que ponemos
lo que nos alimenta, lo que nos nutre,
lo que nos estimula, lo que saboreamos.
El Plato se puede dibujar, para hacerlo más claro y literal.
El Plato se puede hacer más grande.
Pero el Plato se puede romper, o peor aún,
quitarle lugar al Plato de Otros en La Mesa.
No hay nada de malo en ver la bandeja que es la vida
y elegir lo que uno se va a servir,
lo que uno quiere probar, lo que uno tiene ganas de
experimentar, así sea un bocadito.
El problema es buscar llenarse en lugar de alimentarse
y darle más lugar a lo nocivo que a lo nutritivo.
Para quienes tienen papas fritas Netflix en el plato,
cuántos libros filetes podrían leer en ese mismo tiempo?
Para quienes comen hamburguesas distracción hasta reventar,
cuántos vegetales de practicar a diario podrían servirse?
No hay nada de malo en preguntarse qué tenemos en El Plato,
si lo elegimos nosotros o lo eligieron los demás.
El problema son las preguntas equivocadas:
- "Cómo voy a comer filete de libro
si todos alrededor comen papas fritas Netflix...?
Quedo como el idiota de la mesa!"
- "Por qué comer los vegetales de practicar a diario
si los otros ni siquiera lo pusieron en sus platos?
Me voy a morir de hambre así!"
Tampoco hay nada de malo en considerar la digestión.
Despuéss de todo, lo que ponemos en El Plato
es un acto que repetimos a diario.
De lo que ponemos en El Plato, aquello que
es distracción se reduce o se va,
porque si se queda, genera obesidad y otras complicaciones.
Lo que nos nutre se integra a nosotros.
Nos da energías; nos provee de sustento.
Nos satisface, porque no necesitamos llenar
el plato ni comer todo lo que le pongamos.
A veces nos servimos algo que antes disfrutábamos,
pero no lo pudimos aprovechar mientras estaba caliente.
Porque nos pusimos otras cosas en El Plato,
para darle el gusto a los demás, dando por hecho
de que esa porción especial estaba disponible.
No calculamos que se podría enfriar.
Porque teníamos el hábito de hacerlo, por si acaso, lo servimos.
No porque queríamos, sino porque decíamos que lo queríamos.
Y ahora no lo queremos comer,
porque nos llenamos con otras cosas.
Lo hacemos sin pensar desde que bajamos de los árboles.
Nuestros ancestros no tenían qué poner en El Plato,
hasta que uno de ellos descubrió El Fuego.
Luego aprenderíamos a tener
nuestros platos siempre llenos, para sobrevivir.
Así eso implicara poner en él cualquier cosa.
En un inicio, todo era desconocido:
no sabíamos qué era nutritivo, qué cosas eran venenosas,
y cuáles medicinales, cuáles eran alimento y cuáles condimento.
Para una tribu de individuos recién salidos de la caverna
no podía esperarse mucho más de ellos.
Pero eso fue hace millones de años atrás.
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