Ayer fue un día larguísimo.
Un día de revelación personal, de transformación, de pasos hacia adelante.
De avance implacable, de objetivos cada vez más y más claros...
Por supuesto que hay mucho que hacer y cada vez más surgen nuevos caminos hacia el futuro.
Soltando la piel, el abrigo, la identidad que me asigné durante tantos años de animal
capaz de sobrevivir o de dar batalla en singular con toda sus fuerzas.
Apartando la mirada del cielo nocturno y de la luna para buscar el horizonte.
Abandonando la marcha intermitente por el trote incesante hacia el alba.
Cambiando el aullido de la preservación que por el rugido del conquistador.
Dejando el abrigo gris y uniforme del pasado para coronarse emperador.
Legando amuletos de protección para dejar crecer, naturalmente, la melena.
Llevó unos cuantos años, pero finalmente he aceptado mi destino.
La determinación, la capacidad de liderar,
la claridad en la visión, la promesa hacia la presa y la fuerza incontenible
han desplazado la búsqueda de moderación, el instinto de supervivencia
y la tendencia a lamerse las heridas.
La Luna deja lugar al Sol, y amanece como todos los días.
Sin juicios y sin resistencias, acaeció la metamorfosis en el momento exacto.
El ego lastimaba los pasos. Las expectativas confundían el camino.
La lucha incesante comenzaba a doler en los lados;
los suelos se estaban tornando demasiado fríos.
Para transformar el mundo y dejar una marca significativa,
hay que transformarse significativamente. A veces, dolorosamente.
Pero hechos los duelos y expresadas las intenciones, el alma adopta su nueva forma.
Ya cansado de esperar a la manada, el espíritu adquiere una nueva dimensión.
Una de pasos firmes y elegantes. Una que comienza con un castillo y acaba frente al trono.
Una dimensión que corona al más fuerte y lo infunde de un aura de poder
que convierte a las furtivas patas en poderosas garras.
Y el manto lunar de pelo gris comienza a tomar el color del bronce del alba.
Y la mordida amenazante se transforma en una letal quijada.
Y los ojos entornados del Canis Lupus se vuelven las pupilas del Panthera Leo.
Hasta ayer era un Lobo zigzagueando entre árboles muertos.
Hoy veo la silueta del León en mi sombra, mientras camino en línea recta.
Porque darlo todo en nuestros actos enaltece la grandeza de nuestras metas.
Porque el día tiene más horas que la noche para la aventura de la vida.
Porque tu Destino se proyecta en tu orgullo y tu manada.
Porque ser Amo y Señor de tus dominios es obligación de la nobleza.
Porque ser el Rey de tu Jungla es el orden natural de las cosas.
Ahora que despunta el alba, es hora de retomar la Senda.
Y no hay tiempo que perder, pues queda mucho por ganar.
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