La última quincena de 2022 se llevó consigo
mucho más de lo que hubiese imaginado.
Se llevó el humo de las antorchas
que quemaron un puñado de puentes
que permanecieron tendidos demasiado tiempo.
Se llevó la ilusión de pensar
que estaba llegando hacia alguna parte
mientras en la palma de Buda estaba.
Se llevó la intención
de formar parte de una sociedad
que sólo recuerda aquello que olvida.
Como todo lo que el viento se lleva y no vuelve,
también se llevó más de un mes y medio de mi tiempo
sumido en los delirios modernos de la complacencia adolescente.
Y así llegó 2023,
a la espera de que alguien interceda o haga justicia por mí
en un mundo que sé, jamás me debió nada.
Tropezar, dice la Historia, es el más natural de los resultados
para aquel que sólo mira hacia adelante y sigue las estrellas.
Quien no tropieza no cae, y quien no se cae, no se levanta.
Ya transcurridos cincuenta y dos días
de absoluto reniego, abandono y lamento,
he decidido volver a levantarme.
Tal vez menos acompañado. Tal vez más dolorido.
Pero siempre repleto de ideas que hace falta traer a la vida.
No hay vuelta atrás, aunque a nuestras espaldas
las cosas al completo solas se comprendan.
La Senda sólo se camina hacia adelante.
Vamos, entonces.
Retomemos.
Comentarios
Publicar un comentario