[Una introducción para la portada de un nuevo álbum]
La violación de las leyes naturales
(la gravedad, la humanidad, la historia, la memoria)
ha llevado eventualmente al mundo (a Santa Fe) al holocausto:
Amnesia e Histeria colectiva sin cerebro, sin control, sin cuartel.
El Puente Colgante arde perpetuo, bañado en sebo y amarrado con chatarra.
En las calles rondan perros y lobizones, disputándose carcasas y cadáveres.
Cielos oxidados, aguas contaminadas, abominaciones simiescas apropiándose de las calles:
Asesinos, pederastas, vándalos y drogadictas. Sin agua potable, sólo queda para beber alcohol, y sangre.
No hay amaneceres ni mediatardes: sólo noches eternas y calor insoportable.
No hay más ríos ni peces; y la única carne comestible... es la carne humana.
Colapsadas las instituciones, podridos sus cimientos, no hay costo ni valor.
La única moneda de cambio entre sobrevivientes son las armas:
lanzas, hachas y armas blancas. Rifles, granadas, y balas de plomo y plata.
Estar vivo implica sembrar muerte, y no hay más ley que la Ley del Más fuerte.
Entre las tribus sobrevivientes queda un clan, que todavía recuerda el pasado...
rondan las calles deshechas como los leones de antaño rondaban la jungla.
Ataviados en cuero -y tachas-, teñidas de sangre y luto sus melenas,
condecorados con cicatrices y moretones, su aliento es de fuego y rabia.
Marcha contra toda nueva expectativa la más antigua de las razas:
declarando la guerra impía contra los claudicantes de la antigua vida.
Rugen en cada batalla, sofocando los gritos de las aberraciones modernas...
no quedan ya Dioses ni Héroes... sólo queda El Estigma.
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