Estoy cansado.
No físicamente- más allá de la ola de calor de la última semana.
Y tampoco mentalmente. Tal vez ahí se encuentre el origen…
Tal vez si me agotara la cabeza (produciendo mis cosas, estructurando mi contenido, siguiendo la Senda) este cansancio no me afectaría tanto.
En una de esas los cilindros de mi cabeza, como muchos autos nuevos, necesiten de una extenuante carrera por ruta para asentarse y dejar de hacer tanto ruido.
"Ruido…" esa es la definición que a mi ver mejor le queda a todas las cosas que están a tu alrededor y que escapan a tu control, sin importar a qué te dediques. Puede ser la contaminación auditiva que a todos nos enerva (bocinazos, taladros contra el cemento, los ladridos de los perros de barrio). Puede ser ese griterío virtual que surge de tu celular cuando recibís una notificación (de Whatsapp, de Instagram, de Youtube cada vez que alguno de los 300 canales que seguís sube un video nuevo).
Pero está el ruido que nos hacen las actitudes de los demás.
Esos que de la boca para afuera viven in eterno idilio con sus ideas, sin llevarlas jamás a la práctica.
Esos que inventan un tendal de excusas para no darte una respuesta o completarte una labor, o que directamente la cumplen cuando quieren.
Esos que se mueven por la vida cual centro del Universo, viéndose a sí mismos como únicos e irrepetibles, mientras están haciendo cola para hacer lo mismo que los demás.
Ese ruido blanco y polvoriento como pared de cal que siento en mi interior cada vez que los portadores de estas actitudes dejan de expreso manifiesto a través de acciones, que se creen más valiosos que yo.
Acciones que se sienten como un cascotazo arrojado por un estudiante a la cabeza del docente en plena clase.
Como el deliberado volantazo de un conductor hacia la zanja inundada más cercana en plena lluvia para mojar al peatón más cercano.
Como darle la espalda en gesto de desprecio a la banda que está tocando sin haber pagado la entrada del show.
Acciones que gestan en mi pecho la necesidad de gritar "A quién le ganaste?", mientras una de mis manos hace un ademán italiano, la otra en forma de puño se estrella frente a mí, y la sangre se me sube a la cabeza…
Ruido.
Todo lo que está a tu alrededor y escapa a tu control.
Las excusas de cuarta, las reuniones pospuestas, las promesas rotas, los tratos displicentes, el tiempo perdido, la confianza traicionada, el corazón roto.
Cuando te
decidís a cumplir tu misión en la vida, todo lo que no te ayude a llegar a
destino se convierte en una mancha borrosa; porque vas a toda marcha, poniendo
a prueba la potencia absoluta de tu cilindrada. Cuando ves todo como el Outrun y te sentís manejando una Ferrari.
Cuando llegás a ese punto, ya no escuchás más ruidos.
Comentarios
Publicar un comentario