Los medios masivos son una basura.
La capacidad de "informar" en tiempo real y la desesperación por escapar del inminente colapso estructural al que están sujetos por diseño no ha hecho más que revelar abiertamente no solo el juego que han jugado toda la vida, sino también las cartas marcadas con las que juegan.
Tomemos como ejemplo las elecciones por venir en Estados Unidos (omitiendo por completo la desvergonzada intención de poner en duda el intento de asesinato de Donald Trump, de eliminar toda mención de las agachadas, ilegalidades y manipulaciones financieras del actual oficialismo y de fingir ignorancia la más descarada de las ignorancias ante las masivas y multimillonarias campañas en redes sociales para empantanar el territorio político).
Buscar la verdad (el único uso práctico de la inteligencia) en una sociedad post-verdad (manipulado por demagogias, capitales y algoritmos) es imposible.
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Los medios de comunicación, desde su investidura como "El Cuarto poder", siempre han estado a la venta al mejor postor; en algún momento se abandonaron las pretensiones de abogar por los los intereses de pueblos o naciones, y sin ningún tipo de vergüenza se ve al periodismo moderno manosear la realidad de una manera completamente repugnante.
No es sorpresa que los comunicadores influyentes hayan buscado formas de escindirse de los vetustos conglomerados en los que han servido para exponer sus perspectivas sin sesgos ni intereses (inmediatos).
El problema es que esta calidad de individuos es cada vez más y más escasa. Y los hilos de las marionetas son cada vez más y más visibles, a veces exhibidos con una desfachatez que da vergüenza. Basta pasar veloz revista a los resúmenes de noticias de Google para que esto quede manifiesto y a la vista de todo el mundo. O ver en Twitter las estadísticas de intención de voto que guardan poco y nada de relación con lo que tenemos enfrente.
Hay que considerar que tal vez todo esto no le importa a nadie, de la misma forma que al hincha de fútbol no le importa el deporte, sino tener una excusa para defender sus colores (y siempre que sea posible, antagonizar con sus rivales).
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El mundo actual provee más oportunidades que nunca para ganarse el sustento, para ampliar las perspectivas y para estrechar lazos a la distancia.
Al mismo tiempo, "los mismos de siempre" se sirven de estas tecnologías y avances disponibles para que la objetividad o el consenso permanezcan lo más alejados posibles de las mesas de conversación.
Después de todo, una persona bien informada no malgasta recursos ni ocupa su tiempo discutiendo en redes demostrando tener "la razón" ("razón" definida como "las opiniones repetidas por los medios que me dicen lo que quiero escuchar") .
Una persona equilibrada no se deja manipular por publicidades ni propagandas, sin importar cuán refinados sean los algoritmos modernos ni cuán lamentablemente obvios sean los intentos de manipular la opinión pública.
Una persona que vive en el presente con un ojo en el futuro no aparta la vista de la realidad ni deja de ver las cosas por lo que son.
Y estoy empezando a notar que este tipo de personas está dejando de existir a un ritmo acelerado.
Bastó sólo una década de sobrecarga masiva de dopamina y de mal uso del celular para transformar a las masas en máquinas de consumir, de quejarse y de antagonizar. Un manojo de años, nada más, fue suficiente para echar por la borda milenios de conocimiento, iluminación y raciocinio.
Lo demuestran la pobreza cultural imperante, la deficiencia para formular pensamientos coherentes complejos y la incapacidad de hacer las paces con generar contenido de calidad que sobreviva a través de generaciones.
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En todos estos ejemplos queda de manifiesto la intervención de los medios masivos, que con el poder que las masas (y sus maestros) le han adjudicado, buscan servir de filtro para comprender el mundo moderno y que, el mejor de los casos, se han arrogado el derecho de ser el vidrio empañado que ofusca la visión de la realidad.
No me interesa vivir en un mundo así, y no hay nada que pueda hacer para cambiarlo, excepto utilizar las plataformas modernas a mi alcance para conectar con audiencias que sigan buscando La Verdad.
Como hacíamos la mayoría de los seres humanos en el siglo XX, antes de que el smartphone diluyera significativamente nuestras capacidades cognitivas y nos convirtiera a todos en personas incapaces de valerse por sí mismas.
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