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En sus inicios, expresarse al mundo tenía un costo,
y sólo una fracción de la población podía pagar el acceso
a los medios de comunicación necesarios.
Ahí llegaron las redes sociales.
A partir de ahí, toda persona con internet adquirió un megáfono multimedia.
Las
opiniones más notorias o relevantes eran expresadas y compartidas. El
amigo de un amigo o la hermana de alguna amiga se iban sumando a
nuestras listas de "amigos".
Se
descubrían grupos de personas que estaban haciendo lo mismo que
nosotros a miles de kilómetros de distancia. Aparecía alguna que otra
imagen graciosa mucho antes de que las llamásemos memes. Se organizaban
eventos, marchas y recitales. Las noticias verídicas ganaron tanta
velocidad como los rumores.
Esto habrá sido hace unos veinte años atrás (MIRC, MSN, Fotolog y Myspace aparte).
Una década más tarde, me pregunto: qué hicimos con las redes?
Porque algo cambió, fundamentalmente, en nuestros tiempos y formas con los demás.
El Yang de esa pregunta es: Qué hicieron las redes de nosotros?
En qué nos han convertido? Y cuánto de ese cambio ha sido voluntario - o cuanto menos, deliberado?
Para
quienes nacieron en un mundo en el que internet y el smartphone no
existían, estas transformaciones son por demás de evidentes.
Hoy
es El Algoritmo a quien se tiene como árbitro salomónico de lo
legítimamente valioso o relevante. Hoy son las IA las que dictan el
ritmo a las que las industrias creadas por el hombre deben marchar. Hoy
son los números de seguidores los que codifican la popularidad.
Para
quienes nacieron en un mundo en el que internet y el smartphone ya eran
parte de sus vidas quedará sin responder -hasta que sea demasiado
tarde- una sola pregunta, la misma que en realidad, ninguno de nosotros
nos hacemos:
Quién es el dueño de los algoritmos, de las IA
y de las codificaciones modernas de la popularidad?
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