El tiempo presente es una gran y caótica masa sostenida por viejos pilares fundamentales. Algunos de ellos han demostrado ser obsoletos o creados en una época en la que la velocidad a la que giraba el mundo era otra.
Otros de ellos, como el Atlas de la mitología griega - sosteniendo en sus espaldas el peso del mundo - son inamovibles y permanecen inalterables. Hay sin embargo una manipulación de recursos que apunta a reescribir determinados parámetros para manufacturar una historia que niegue estos principios inamovibles e inalterables.
Dentro de estos principios se encuentran la lógica y la razón.
Ambos pilares asumen que hay un mundo objetivamente cuantificable, medible, observable y por tanto juzgable con la capacidad de nuestros sentidos. En dicho mundo, las nociones de la labor, de la honestidad y la claridad eran no sólo transparentes y comprensibles, sino además irrefutables.
Ciertos actores nocivos, contando con el suficiente poder e influencia, fueron hallando poros y áreas grises sobre las cuales ejercer influencia, como lo haría un titiritero con su marioneta de trapo.
Estas acciones, por perjudiciales que hayan resultado, no quitaron rigor ni validez a las leyes naturales. Estos actores nocivos, sin embargo, han demostrado ser incapaces de mantener su aptitud o forma para marchar a la par de los tiempos que corren (esa velocidad natural de los acontecimientos que su propia influencia y corrupción intentó desacelerar, y en la cual agotó todas sus fuerzas, como quien pretende en vano amarrar a un caballo decidido a correr a toda marcha).
La era moderna nos está demostrando los efectos de sus acciones, y en simultáneo la reacción que estas han generado. El problema con las reacciones en general, es que provienen de un lugar de rebeldía sin un plan y sin una dirección específica, excepto la de completa oposición.
Así nos encontramos en tiempos modernos que demuestran lo que ocurre cuando la razón y la lógica se arrojan por la ventana. Esos tiempos modernos que condenan a los agentes del pasado cuya capacidad y aptitud eran utilizadas para los motivos equivocados, que operando al máximo de sus capacidades lograban resultados favorables, sirviéndose de la lógica y la razón, para las personas equivocadas.
Esos mismos tiempos modernos nos dan a una muchedumbre de inconmensurables dimensiones que sin poseer talentos ni capacidades extraordinarias se oponen a la lógica y a la razón por "los motivos apropiados". La fuerza de la reacción contra lo antiguo nos deja parados en un sitio en los que ya no hay códigos comprensibles ni opciones binarias, puesto que están gobernadas y alimentadas por la emoción. Y la emoción, es sabido, es fácilmente manipulada cuando se siguen los pasos apropiados…
Los tiempos modernos premian no tanto la acción como la reacción.
Hoy gana aquel que logra monetizar reacciones pasajeras en lugar de acciones duraderas, puesto que la velocidad y el contenido del mundo moderno es imposible de cuantificar en su variedad y pluralidad aparentes.
En pos de crear un sitio en el que ganan los mejores, se ha allanado el terreno para que ganen los peores, y que los mediocres con aspiraciones -o los capaces con ambiciones- se den por vencidos a menos que acepten las nuevas reglas.
Esas nuevas reglas tienen un botín de dinero y recursos disponibles para el primero que tire sus principios elementales por la ventana.
Cualquier hombre sin importar su linaje puede hacer una fortuna trabajando a favor de sus principios; hoy cualquier hombre puede hacer una fortuna aprovechándose de los principios de los demás (Youtube, cripto).
Cualquier mujer sin importar la edad puede hacer una fortuna prostituyéndose; hoy cualquier mujer puede hacer una fortuna prostituyéndose pero disfrazando el acto de "empoderamiento", o proveyendo las suficientes dudas razonables (OnlyFans).
Esto es posible gracias al sistema de recompensas moderno que premia las reacciones en lugar de la veracidad. Una multitud de individuos diciendo barbaridades es capaz de generar un cheque a fin de mes haciéndose eco de las opiniones más ridículas o "militando" a favor de los tópicos de moda en cualquier red social.
Se le ha quitado valor a la lógica y la razón a fuerza de devaluarlos con sistemas que capitalizan en las debilidades fundamentales de una mente sin cultivar, avalados por sistemas considerados recompensa universal (principalmente, el dinero).
El trabajo duro y honesto no se ha ido a ninguna parte, pero no recibirá aplausos ni mayores recompensas bajo el nuevo sistema y las nuevas reglas. Esto desmoraliza a quienes creen en la meritocracia y la objetividad, quienes poco a poco van dejando de participar (por voluntad propia o por presión de las muchedumbres y los algoritmos), absteniéndose de colaborar con un mundo incapaz de razonar o hacer memoria.
En el mundo moderno no importa la verdad si los algoritmos determinan que no hay nadie para escucharla.
En el mundo moderno no hay líderes naturales si cualquiera puede comprar un millón de seguidores artificiales.
En el mundo moderno no vale el sentido común, cuando todas las recompensas se reparten de manera asimétrica e irracional.
Y ese es el mundo en que vivimos… hasta que alguien decida hacer algo al respecto.
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