La necesidad de crear se ha convertido en un monstruo. Ver el panorama moderno lleno de garrapatas, atorrantas y pretenciosos que -técnicamente- crearon un videojuego y se creen los dueños del medio me generó una furia que ignoraba que aún albergaba en mí.
Esa furia es el monstruo. Esa furia es la necesidad de crear.
Ver a un conjunto de detestables dictar las leyes de lo que los juegos deben ser, ver al medio deformarse para adquirir las más grotescas de las formas sacudió la jaula de mi cuerpo con una violencia inusitada.
Ahí en donde Indie Game: The Movie me recordó el estado del mundo antes de que se generara esa inexplicable ruptura en las dimensiones de El Mundo Tal Y Como Lo Conocíamos, un vistazo superficial al "documental" Gameloading:Rising of The indies me mostró al conjunto de subnormales y enfermos mentales que co-optaron un medio al que jamás pertenecieron, y con el cual crecí: los videojuegos.
Videojuegos. Una palabra de las mayores; otrora un acto creativo de extraordinarias dimensiones y reservado sólo para los más osados y tenaces. La calidad de las creaciones que ocupaban décadas atrás esta categoría hoy se ha reemplazado con estímulos audiovisuales que requieren de alguien más para tener una razón de ser. No hay intención ninguna de ser creativo en quienes producen, subvencionan y consumen esta basura, sino la intención de todos ellos de ostentar una afición a la que con suerte, pertenecieron tangencialmente.
El monstruo en mi interior ruge de rabia, babea por la boca, araña mi interior con justificados arrebatos homicidas. Ese conjunto de narcisistas y saqueadores pretende ilustrar un panorama de mediocridad y complacencia para seguir financiando sus adicciones y delirios de grandeza.
Pensé que el odio visceral como expresión primaria de mi ser se había esfumado con el correr de los años. Pero hoy bastaron 30 minutos de un "documental" para mostrarme que sigue ahí, y que sólo estaba latente.
Estaba buscando una excusa para volver a despertar y darme acceso a un caudal de energía incontrolable, un caudal que busqué alimentar en vano con actividades y estados mentales más saludables y menos confrontativos.
No sé si esos reemplazos fueron en vano, pero ahora no hay nada que pueda hacer para acallar a este monstruo. Exige un tributo de sangre, y está en todo su derecho. Demanda salir a la superficie, y tengo motivos para pensar que se lo ha ganado.
Me harté de quedarme callado, de guardarme opiniones y de ceder territorio a estos endogámicos degenerados en el nombre de la pereza que los gobierna, de la paz a la que han renunciado, o de la igualdad de oportunidades que a los demás les han quitado.
Voy a crear para alimentar a este monstruo.
Voy a crear para hacerlo invencible.
Voy a crear para destruirlos.
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