Vinilo, Cassette, Radio.
Un artículo snob que ocupa demasiado espacio y no puede faltar en los exhibidores de quienes viven para presumir; una pieza portátil de historia capaz de llevar hasta 90 minutos de grabación en la comodidad de un bolsillo; una disciplina cuyo espíritu está presente en todos los medios modernos, mas carece de un recipiente apropiado, como teníamos antes.
En El Living, mi abuelo pasaba sus tardes
catalogando y grabando sus discos, pasándolos a cassette.
catalogando y grabando sus discos, pasándolos a cassette.
Y cada vez que finalizaba de grabar un cassette, lo rebobinaba con la lapicera para poder seguir con su labor. Y en un libro de actas tomaba número y nota. Cada página tenía su caja, y cada caja tenía su criterio.
No es cosa fácil seguir registro de más de 100 diferentes obras musicales, ni hoy, ni en aquel entonces.
Tan poco espacio. Tan poco tiempo.
Ninguna de sus selecciones de obras estaba dictada por tendencias o popularidades, o porque sonaban en la radio.
Cuando todos los demás escuchaban tango, mi abuelo musicalizaba fiestas con jazz.
Cuando los demás prendían la radio para escuchar a Gardel por enésima vez,
mi abuelo sintonizaba vía Amplitud Modulada una estación de jazz japonesa.
Y ponía un cassette a grabar.
Ecos y reverberos foráneos, capturados de manera inmortal con un poco de ingenio.
El ingenio capturado. La música, como el genio, in.
El cassette representaba al relámpago, y su caja transparente era la botella.
(Ojo con poner un cassette en la caja equivocada o -peor aún!- dejarlo a la intemperie de la humedad, el calor y el polvo! Ningún relámpago es inmortal, y no hay genios que sobrevivan fuera de la botella.)
El resto de Laguna Paiva -y seguramente Argentina- acataba las modas de la radio local. Compraba lo que sonaba en la TV, o bien lo que ordenaba el locutor de turno y listo.
Ley de Obediencia Debida, y Punto Final. Como siempre.
El cassette, no el vinilo de los snobs ni la radio de los obedientes, era el símbolo de la rebeldía.
Libre albedrío para escuchar a cualquier hora, sin cumplir horarios ajenos ni agendas. Tal vez el único recurso para un melómano empedernido que trabajaba 16 horas al día, que decidió formar una familia, hoy mi linaje, con una madre soltera, aún hoy mi abuela y toda la descendencia por venir.
No había tiempo de sentarse a escuchar lo que los demás exhortaban a escuchar.
No había espacio para interiorizar todo lo que los demás regurgitaban.
Como hay Snobs, Rebeldes y Obedientes,
Presumidos, Renegados y Serviles,
había en El Living un equipo de música para los tres:
Vinilos, Cassettes y Radio.
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