El estado de aturdimiento en el que terminamos cayendo, consecuencia de los desafíos de lo que percibimos como 'mundo moderno' hoy se me auguró inquietante.
De lo primero que nos olvidamos al parecer, cuando nos sentimos peor que nunca (una o dos veces a la semana), es de nuestro Linaje.
No el de La Tribu elegida (la fácil, la que señalamos como "amigos" sin mucho sacrificio, sangre, sudor ni lágrimas), sino el de aquel que no elegimos, que nos moldeó y que nos trajo más o menos enteros hasta este momento de nuestras vidas.
El lugar en el que aprendimos todo aquello
que le daría a nuestro clan las mejores chances de supervivencia.
Un pequeño pensamiento a todas esas caras familiares que nos han visto y ayudado a crecer preparándonos la merienda, arropándonos todas las noches y acompañándonos a la escuela.
En primer lugar, el gran -gran- problema del egoísmo de uno mismo, que se olvida de cuántas veces la madre le ha servido un plato de comida, sin haber comido ella. Esa es una de la que me declaro actual culpable.
Cuando nos olvidamos de eso, en dónde quedan los abuelos, los tíos, los primos, sus maridos y mujeres y nietos y sobrinos? Cuánto tiempo pensamos que podemos pasar simplemente viéndonos el ombligo, pensando que somos sólo nosotros y nada más...?
Si somos incapaces de contemplar la huella que cada individuo de nuestra tribu nos ha dejado, esas personas que comparten nuestro ADN, nuestros modismos y nuestras expresiones...
El mundo online, a todas luces, tiene una mano en todo esto, deliberada o no, pero confirmada. Sea un palacio real o la más ardua de las celdas, no hay lugar lo suficientemente alto ni la excusa lo suficientemente baja como para que uno quede exento de brindarle las gracias diarias a nuestros Dioses Personales, a nuestro Linaje
No sólo a mamá y papá (aunque ESPECIALMENTE a ellos), sino a todos los demás.
A los que nos alimentaron, nos brindaron calor, a los que jugaron con nosotros, a los que nos mandaban a dormir. A todos aquellos que nos brindaron su tiempo para otorgarnos una lección de vida que nos mantuviera hasta hoy y más allá- en movimiento.
A quienes nos enseñaron a pedir perdón, a dar gracias; a dar permiso y a pedir por favor.
A los que nos prepararon algunas de las tantas tortas de cumpleaños o nos ayudaron a soplar las velas...
Algo que podemos reconocer -y admitir como nuestro.
Porque es el primero de los lugares que nos da cimientos
para construir nuestro Reino de los Sueños, energías para seguir transitando La Senda, e instrucciones para preservar -y perpetrar- el bienestar en la propia Tribu.
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