Estuve revisando imágenes de carpetas viejas para subir al portafolio y las redes; y me dan VERGÜENZA mis viejos trabajos.
No sé si mejoré como artista en estos últimos dos años, pero sin dudas los errores son más evidentes.
Hay varios que desde luego conservan la chispa; se hicieron con ganas, se puede ver el entusiasmo, o cuanto menos la intención en esos trabajos.
Tal vez seamos mucho menos habilidosos de lo que nos imaginamos en sueños, o tal vez hayamos legítimamente "evolucionado" en nuestra forma de ver el mundo, o nuestra capacidad de reinterpretarlo. La vergüenza sigue estando ahí.
Y a todas luces, el desinterés en dibujar del que vengo padeciendo hace un buen tiempo entre pausas laborales está indicando algo mucho más serio por debajo de la superficial -y evidente- pereza que pueda atribuírseme.
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Me pregunto una vez más para mis adentros cuál era mi propósito.
Por qué iniciamos todo esto. Y en qué momento dejamos de disfrutarlo.
Me pregunto qué tipo de compañías me permito, cuáles me orbitan, y cuáles persigo.
Por qué creamos vínculos. Y en qué momentos decidimos unilateralmente rescindirlos.
Me pregunto qué tengo ganas de hacer, y muchas veces no hay ganas de nada.
Por qué dejamos el tiempo correr. Y en qué momento nos morimos por recuperarlo.
Sigo teniendo un sabor amargo en la boca cada vez que me vienen a la mente los ecos de ciertas personas.
Son recuerdos, palabras, acciones, pensamientos e ideas de proyectos emprendidos con terceros.
Un cerrar los ojos y revivir por instantes momentos de muchísimo daño percibido.
Momentos de traición o abandono; momentos avergonzantes o ridículos; momentos de rabia o de lágrimas.
Creo que tengo que abandonarlo todo una vez más.
Cuanto más se fuerza en el lugar equivocado
a una pieza que no encaja, tanto más daño
recibe el resto del rompecabezas.
Es malo para todos.
La única buena decisión, concluyo, es aquella que traiga a un terreno tangible las cosas que anhelo concretar con acciones deliberadas, trabajo diario y lo que me resta de vida.
Una decisión que haga que todos puedan seguir con sus vidas como si no hubiera pasado nada.
Una decisión que lo convierta a uno en alguien fácil de olvidar.
Siento que no es la primera vez que ésta sensación me embarga.
Ésta confirmación de que no hay nada más que la senda de uno y de lo que se encuentre en el camino.
Sin olvidar jamás que la vida es, en resumidas cuentas, otro ciclo eterno de encuentros y despedidas.
Si uno quiere construir un Reino, es porque solo busca una corona, y solo ansía un trono.
Después sí, una vez construido el Reino, quienes tengan que venir, vendrán.
Y quienes deseen acompañarnos sin motivos ulteriores, nos seguirán.
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