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Si no buscamos la independencia,
no podemos correr ninguna carrera.
Si no tomamos decisiones,
no podemos avanzar hacia la línea de meta.
Si no asumimos las consecuencias de nuestras acciones,
no podremos adjudicarnos ninguna victoria.
Ser hijos del rigor atenta directamente
con ser ganadores en el juego de la vida.
Seguir leyes y tendencias para "pertenecer"
diluye considerablemente los festejos… los trivializa;
les quita el encanto y nos priva de disfrutar sus efectos.
Poner límites a las posibilidades de uno se acerca más a elegir derrotas que a seleccionar batallas dignas. Y acá está el primer y más distintivo de los elementos a observar en esta tabla ficticia de lo que somos vs aquello que creemos ser:
"Si no cuesta, no vale".
Sin batallas dignas, no puede haber jamás legítima conquista.
Si alguien más tiene que sacar lo mejor ve en nosotros para servir a sus fines, no somos más que conscriptos en una guerra de terceros.
Sumamente reemplazables y susceptibles a reglas inventadas sobre la marcha, además.
Para ser auténticos ganadores - más allá de la proyección superficial, vacua y consumista que nos viene como colectivo a la mente de dicho estereotipo gracias a la tutela del rebaño - es preciso examinar con profundidad aquello que nos sobra y moldearlo para obtener aquello que consideramos que nos falta.
Partiendo de la base de que somos seres completos y perfectibles, en lugar de mocosos inmaduros e incorregibles, comenzamos a deconstruir los dogmas ajenos que sin formar parte de nuestra personalidad acabaron por definirla.
Dejamos de ser leña verde y mal secada para hacer más robustas nuestras bases, más fuertes nuestras ramas, y más suntuosos sus frutos.
Sacamos madera de ganadores.
Sólo así podemos llevar adelante todo aquello que decimos desear hacer.
Y hacer un poco más, porque las pequeñas victorias -con una mentalidad de abundancia- ya no nos bastan; invertir más tiempo en reforzar y templar nuestras fortalezas en lugar de contentarnos con emparchar nuestras debilidades.
Nadie dijo que es fácil (todo lo contrario).
Pero en 2023 es más fácil que en 1993.
O mejor dicho, más accesible. Porque el camino sigue siendo cuesta arriba, y lo más difícil no es ascender, sino mantenerse firme de a un paso a la vez.
En 2023, las batallas son más que nunca contra uno mismo. Pues el mundo moderno nos ha dado migajas de recompensas a las que nos hemos acostumbrado en tiempo récord.
Algunos hijos del rigor ven cómo las reglas que han seguido religiosamente y sin cuestionar van tomando la forma de un cheque de desempleo, una jubilación insuficiente, un destino monetario arrebatado por los políticos y las políticas de turno y largas filas para seguir haciendo lo mismo de siempre, pero un poco peor.
Y tal vez, así como vos, así como yo, han decidido abandonar el nido sin mirar atrás, buscando dormir en una plaza fría a la luz de las estrellas antes que conformarse con migajas disfrazadas de sustento - que nos han engordado lo suficiente como para que nos lleve al horno de la complacencia que arde lento y mata cuerpo, mente y alma de a poco.
Ese que acepta su destino y acciona deliberadamente sabe que está creando las condiciones que le darán, en tiempo y forma adecuados, el tesoro que busca y que será recompensa para su entorno.
Dicho de manera más directa:
Los ganadores de hoy son la gallina de huevos de oro de mañana.
Los hijos del rigor, a merced de sus superiores, sólo serán pavos.
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Y lo
mejor de todo es que la decisión depende sólo de vos. |
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