"No darle un mapa a alguien es mucho,
mucho mejor que darle un mapa equivocado".
Reincidir es cometer el mismo error, una y otra vez.
Rendirse a un impulso básico que creemos necesitar para sentirnos bien, a costa de ser felices. Marchar apresuradamente hacia una dirección, darnos la cara contra la pared, y volver a hacerlo.
Hasta que nos demos por vencidos o aceptemos la derrota, reincidimos.
Cuando reincidimos a conciencia, vivimos de memoria.
Y la memoria es una herramienta incrementalmente menos fiable con cada día que uno pasa tratando de retenerlo todo, de hacer todas las cosas bien sin consultar o evaluar, o de ir resolviendo conflictos por orden de llegada en lugar de priorizarlos.
Alguien sabio dijo alguna vez que lo urgente no deja tiempo a lo importante.
Lo importante es todo aquello que no podemos permitirnos olvidar, relegar ni apresurar.
Lo urgente es todo aquello que hemos convertido en prioridad por encima de lo que importa.
Y la única manera de separar un concepto del otro y su influencia en nuestras vidas, es llevar registro de lo que deseamos.
Ignorar lo que uno quiere jactándose de saber lo que no quiere tiene una validez limitada y malacostumbra la mente a obrar con rapidez en lugar de aplicar la sensatez.
Nuestra excesiva tendencia a recaer en sinergias negativas (malas decisiones en conjunto que generan un efecto peor a la suma de sus partes) sólo agrava el cuadro en el que nos encontramos.
Sin embargo, una vez que hemos aceptado la derrota y hecho los duelos necesarios -o bien hemos agotado cualquier otro recurso dictado por el instinto para salir del pozo en que sentimos encontrarnos-, darnos un tiempo para reflexionar frente a una hoja de papel deja de ser un pasatiempo aburrido y se vuelve oportunidad: un mapa nutrido de información útil para el futuro.
Ya tenés lápiz y papel. Bien.
Un cuaderno sería ideal -o una aplicación como Evernote-, pero es mejor comenzar, porque tenemos muchas preguntas que precisan de nuestra respuesta.
Qué deseo para mi vida? Cómo defino la felicidad? Cuáles es mi objetivo?
Qué cosas necesito realmente? Qué personas pueden ayudarme a lograrlo?
Dónde quiero estar de acá a tres meses? De acá a seis meses? De acá a un año?
A qué hora me despierto? Cuál es la primer actividad con la que comenzar mi día?
Con qué recursos cuento? Qué costos y riesgos debo asumir? Cómo deseo ganarme la vida?
A qué cosas les doy importancia, y a cuáles se las quito? Qué razones me demoran?
Y tantas otras más. El punto de trazarnos un mapa es darnos cuenta que:
- El mundo es mucho más grande de lo que percibimos a diario.
- Las direcciones a tomar son infinitas: elegir una ruta implica renunciar a otras.
- Hay caminos de ida y vuelta, y hay caminos de una sola vía.
- Hay elementos consistentes en los resultados que nos han sido adversos.
- Podemos ir obviando todo aquello que no nos ha funcionado.
Trazar un mapa implica que queremos llegar a alguna parte. No contentos, o ya hartos, de vivir en constante indecisión o de caminar en la oscuridad. Agotados de sufrir reveses y pérdidas en determinadas intersecciones comunes de nuestros senderos.
Sin un mapa, es imposible darse cuenta de que, en algunas cosas, estamos dando vueltas en círculos. De la misma manera que es imposible distinguir emociones saludables de las obsesiones sin la orientación adecuada. O de cuánto ganamos, perdemos, gastamos y dejamos pudrir por vivir haciendo malabares e improvisando.
Habiendo aceptado la derrota y comenzado a hacer los duelos/perdonarse, ahora tomamos notas, y tu Senda comienza entonces a tener límites definidos y una línea de horizonte.
Es hora de comenzar a recorrer Tu Senda:
Es hora de volver a empezar.
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