Sé qué día es, cuánto llevo hecho y cuánto me queda por hacer.
Juego una partida más y empiezo a trabajar.
Juego una partida más y preparo el almuerzo.
Juego una partida más y salgo a dar una vuelta.
Juego una partida más y me voy a dormir.
El ser humano, criatura de incentivos y estímulos, dedica una porción de su tiempo -que no volverá- a dejar pasar el tiempo.
Después de todo, argumentan varios, no todo es trabajo en la vida. En tanto y en cuanto uno tenga un propósito y un norte, no hay nada de malo en hacer un par de paradas en el camino.
Los Errantes de antaño en su empírico deambular hacían pequeñas fogatas para resguardarse de la noche y sus peligros. Hoy que la noche tiene otro color, nos echamos a ver series, jugar videojuegos o ver videos.
En lugar de parar cuando hace falta como hacían ellos, convertimos al detenerse en un hábito diario. Como la diferencia entre lo recreacional y lo terapéutico, la diferencia entre querer y necesitar, convertimos lo prohibido en obligatorio.
Pero sospecho que en un determinado momento se cruza el umbral de la distinción* y no nos damos cuenta.
Como cuando nos caemos de sueño pero lo resistimos lo suficiente como para aterrizar del otro lado, con una extraña claridad que nos resulta esquiva el resto de los días, aquello que nos obsesiona nos exige cruzar un límite que aceptamos, generalmente, por inercia, pero que luego pretendemos justificar.
Sé qué día es, pero no puedo creer que sea esta hora,
tengo un montón de cosas por hacer.
Hoy necesito llegar hasta la siguiente pantalla.
Después me pongo a trabajar.
No hace falta almorzar, a la noche me cocino. O mañana.
No tengo ganas de salir. Hace frío, no tengo ganas de cambiarme.
Me acuesto más tarde, duermo así nomás y mañana sigo.
Las obsesiones no siempre obedecen un propósito ni siguen la lógica.
Son obsesiones porque se alimentan de lo que es invaluable en nuestras vidas.
Le hablan a la parte de nuestra mente que sobreescribe nuestras prioridades y nunca tiene suficiente.
Un poco más. Un poco más. Un poco más... nunca se detiene.
Como todo lo que forma parte de El Ciclo Eterno.
Pero carece de la facultad de decidir la dirección hacia la cual nunca detenerse.
Creo que las obsesiones son las que nos alimentan y obligan a salir adelante,
a toda costa y sin cuartel, un poco más y luego otro poco.
Pero carecen de moral, como todo aquello engendrado por el Caos.
El mismo día que un individuo termina su obra tras horas y horas de esfuerzo y privaciones,
otro mismo individuo pasa horas y horas privándose del esfuerzo de terminar su obra.
Todos los días. A toda hora; en todo momento; ayer, hoy y siempre.
No puedo creer que mañana sea sábado. Qué hora es?
Tengo un montón de trabajo que terminar. No quiero ni ver.
No voy a perder el tiempo en cocinarme. El café quita el apetito.
Salir? A gastar plata? Ni por casualidad.
Cuando tenga sueño me acuesto a dormir y listo.
Un poco más... ya casi termino y vuelvo a mi vida normal.
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