2005.
Ya tenía mi banda tributo a Metallica desde hacía cuatro años y grabado nuestro primer EP en un estudio profesional. Ya había comenzado (y abandonado) la carrera de Diseño Gráfico; ya había comenzado (y abandonado) la carrera de traductorado de inglés, y ya había comenzado a trabajar en un cyber café, posibilitándome acceso al resto de los intereses -mayoritariamente centrado en torno a los videojuegos- que en ese momento ocupaban mi mente.
Ya había jugado Guilty Gear (y descargado la banda sonora completa y el libro de ilustraciones). Ya había jugado Metal Gear Solid 3: Snake Eater (del que guardaba ilustraciones originales que les reenviaba a mis amigos por el entonces emergente Gmail). Ya había jugado todos los Final Fantasy de PSX, así como los X y X-2 de Playstation 2.
Estaba sumergido en God of War y Resident Evil 4, esperando pacientemente la salida de Final Fantasy XII - dirigido por el creador de Vagrant Story, uno de mis títulos favoritos.
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Todo esto se fue por la ventana una noche que nos habíamos juntado a jugar Calabozos y Dragones (ah, si… ya habían pasado seis años de mi introducción a Los Juegos de Rol y ya se habían cumplido ocho años de mi primer lectura de El Señor De Los Anillos, tres años antes del estreno de las películas de Peter Jackson. "Cuando vos fuiste a La Comarca… yo ya fui y vine cuatro veces, una por cada hobbit.")
Uno de mis amigos había llevado su Playstation 2 y todos estaban enganchados a la TV.
Qué estaban jugando?
DRAGON BALL Z - BUDOKAI 3
Desde el vamos, el opening era increíble. Recuerdo haber quedado inmediatamente cautivado, guardándome por esa noche el comentario de que Dragon Ball Z ya había finalizado en 1996 (y "que todo el mundo estaba venerando un cadáver que no le llegaba ni a los talones a Evangelion o Cowboy Bebop mirando GT").
Después de todo habían salido carrada de juegos, pero este era el primero que se podía jugar BIEN, con una montaña de personajes seleccionables, trajes, estilos y variantes. Pero por sobre todas las cosas, era la primera vez que veía al mundo de Toriyama fielmente representado en tres dimensiones de una forma que parecía imposible de lograrse años atrás en la época del Final Bout.
No hay imágenes que le hagan justicia.
El cel-shading comenzaba a dar sus primeros pasos, y parecía una tecnología diseñada exclusivamente para sacarle brillo al imaginario de Toriyama y sus personajes. El juego era muy sólido y super sencillo de jugar (esa misma noche nos peleábamos por el joystick y tuvimos que diseñar una regla de "ganador queda" que permitía jugar dos partidas seguidas y obligar a pasar el control sin importar el resultado de la trifulca para evitar agarrarnos a piñas).
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Cuando tuve mi Playstation 2 (esa misma que estaban usando los demás, que meses después le compré al dueño) le puse una tonelada de horas a ese juego destrabando personajes, habilidades, ítems y subiendo de nivel mis luchadores preferidos. Había revitalizado mi noción de ese mundo y de todo lo que representaba, más allá de todas las fantasías que años atrás mi yo pasado hubiese sido capaz de imaginar.
Las fotos estáticas de esas revistas españolas y las posibilidades que ofrecía la tecnología de aquel entonces estaban finalmente frente a mí, en toda su gloria, mejores que nunca antes. Era difícil mantener la opinión de que Dragon Ball estaba muerto con semejante juego adelante.
Por primera vez tenía enfrente la amalgama perfecta del universo de Toriyama y los videojuegos que me obsesionaban tanto, e indudablemente el mejor juego de Dragon Ball jamás creado.
Se sintió, verdaderamente, como un ciclo cumplido...
Y ojalá hubiesen terminado ahí las cosas. Habría sido el cierre perfecto a una revolución multidimensional incuestionable.
Por desgracia, no fue así.
Continúa en Parte V.
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