En Grecia El Minotauro y el Centauro.
Y también los sátiros y las sirenas.
En Egipto Anubis, Horus, Bastet y Thot.
Y dando vueltas por todo el mundo,
el hombre lobo, el lobo-hombre y el lobizón.
En todos el factor común es reconocer la humanidad,
así tuviera cabeza de bestia o se vistiera de seda.
Hasta el día de hoy Mickey, Bugs Bunny y sus secuaces
siguen dando testimonio de esa fascinación que hay en
la intersección entre el hombre y la criatura, una que
el antropomorfismo artístico lleva a extremos insospechados
(y algunas veces, sorprendentes).
---
Pero para lograr alcanzar un estado de humanidad plena, hay que ir más allá del mero dejar de ser un cachorro (o comportarse como uno); asegurarse de tener bajo control las pulsiones de la mente de mono destinadas a hacer una animalada, en una -o varias- de las veinticuatro horas que se te concedieron por día; saber distinguir entre el canto de esperanza del pájaro volador y el siseo amenazante de la serpiente que repta - no sólo en el discurso demás, sino también en nuestras propias palabras.
O si tenés dos lobos dentro tuyo, asegurarte de alimentar al correcto sin que el otro te coma la cabeza.
Para ello debemos no sólo dejar de ser los bípedos primates que nos resignamos a ser en los peores momentos de nuestras vidas (viendo Netflix todo el día, consumiendo en exceso sin importar calidad ni mesura, buscando excusas para seguir paveando con el teléfono) sino además reconocer nuestra pequeñez desde un enfoque mental, deliberado y consciente, que nos permita valorar la compañía de aquellos que se esmeran en formar parte de nuestra tribu.
Hay mucho que aprender de la fauna, y las analogías y espacio en el blog se agotarían antes de poder pasar lista de todas sus enseñanzas. Por tanto sólo se mencionarán algunas indispensables para los tiempos que corren.
La Sobredosis de Dopamina nos
trajo hasta acá, y debemos atravesar el Zoo para encontrar una solución,
para lograr superarla, para dejar de ser autómatas vestidos
de carne de cañón.
Ahí vamos.
Continúa en parte I: El Elefante Rosado.
Comentarios
Publicar un comentario