"La gente no cambia; a medida que pasa el tiempo se convierte más y más en lo que siempre fue."
Hurgamos un cajón.
Revisamos un atado de cigarillos.
Sacamos los bolsillos hacia afuera.
Lo que debería estar, no está.
O dejó de estar mucho antes de que nos percatáramos de su ausencia.
O tal vez nunca estuvo, y creímos que era real.
Es lo que suele pasar en todas las relaciones, extinguidos ya los placeres de la compañía, vencidos ya los miedos a la soledad. Es acaso la ausencia -de personas, de herramientas, de comodidades- lo que duele, más que el acto acontecido?
Me pregunto.
Hay personas que desaparecen sin dejar rastros en nuestra Senda cada vez que tomamos la decisión de avanzar.
Hay herramientas de las que podemos prescindir cuando nos enfocamos en seguir viaje y descubrimos nuevos caminos.
Hay comodidades que se extinguen para siempre cuando encendemos la fogata al costado de la ruta.
Muchas veces, las personas que nos rodean pueden convertirse en un obstáculo para nuestro Destino, tentándonos a abandonar el ansia viajera, el vagabundeo y nuestras ambiciones secretas. Llevándonos a ver el estancamiento -en maneras, pensamientos y emociones- que algunas sociedades califican como virtuosas una vez que pasó el suficiente tiempo: los mismos temas de conversación, los mismos prejuicios, las mismas proyecciones de gente que "fue siempre igual y nunca va a cambiar".
El miedo al frío y la noche separan al perro del lobo, siendo ambos Canis Lupus.
El confort de las tribus a las que decidimos pertenecer puede ser también nuestro corral.
Nuestro compromiso hacia sus costumbres y hábitos bien puede transformarnos en algo que no somos, sin darnos cuenta.
La incapacidad de buscar mejores soluciones o desafíos nos mantiene jugando a los mismos juegos con las mismas personas.
Hasta que nos aburrimos, los cuestionamos, nos exilian y/o nos abandonan.
Hay seres que se desvanecerán en el paso del tiempo, como el nombre de nuestras maestras de escuela.
Hay otros que la vida nos arrebatará abruptamente para revelarnos que mucho de lo que pretendíamos creer no existía.
Los hay quienes cruzarán caminos con nosotros y tal vez nos acompañen durante un tiempo. Y así como vinieron, se irán.
Luego están las personas rotas y vacías que se alimentan de discordia y emociones ajenas para sentirse vivas, porque están muertas en vida.
Esas que uno invitó a entrar a su vida por los motivos que fueran, de las que luego resulta imposible despegarse. Los abusadores y las víctimas; los manipuladores y las marionetas; los sádicos y los masoquistas; los Lancelot y las Gwinevere.
Un buen día, arropados en excusas y bienes ajenos,
cuando menos preparados estábamos,
desaparecen de nuestro lado.
Aceptamos, eventualmente, que lo que se nos quitó era el precio a pagar para poder seguir avanzando, aunque reconocerlo nos lleve años. Pagamos el peaje de nuestra Senda, arropados en justificaciones y bolsillos vacíos, y del modo que fuere, sobrevivimos, vimos, y seguimos.
Y caminaremos hasta donde nos alcance la vida, hasta desvanecernos.
Y se desvanecerá el dolor, así como las marcas y las heridas.
Siempre y cuando tengamos una misión, hasta que llegue ese momento,
sólo podemos seguir adelante y perdernos en la línea de horizonte.
Allí por donde nos toque caminar, de nuestra propia existencia tendremos testigos. Ser una presencia o un espectro en la vida de los demás, depende siempre de nosotros.
Ser o No Ser, he ahí el dilema.-
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