Año 2024. Año número 24 del siglo XXI.
Los tiempos modernos cuentan con una abundancia de herramientas para redefinir nuestra vida, nuestras tribus y por extensión, nuestras sociedades y nuestro mundo.
Hoy comprar es más fácil que nunca. A cualquier hora, en cualquier momento, un par de clics rápidos y ya encargaste el amoblado completo de tu departamento, como tenía el personaje de Edward Norton en The Fight Club, acumulados durante tantos años de insomnio, stress laboral y postura forzada para encajar en el status quo. Ya ni siquiera tenés que entregarle tu alma a tu jefe o estancarte toda tu vida en un solo lugar de trabajo para seguir comprando cosas que no necesitás. Viva el progreso.
Están sin embargo, aquellos que le entregan el alma a una corporación o se estancan en su disciplina laboral de elección. Los influencers de Instagram, los Youtubers, los streamers de Twitch y sus sponsors, sus Patreons, sus Superchats y sus tiendas de merchandising accediendo a mechar su producción con publicidades que pagan precios inconcebibles, habituándose de a poco a generar contenido con agujeros que llenar con publicidad. Los artistas visuales (cineastas, fotógrafos, ilustradores, escritores), llegan a un punto en que dejan de refinar su craft cuando alcanzan el suficiente número de seguidores en su plataforma de elección.
Esta época de facilidades también engendró un conformismo general en el que ya no se busca innovar ni alcanzar límites. Todo está ahí para cuando lo necesitemos.
En el momento en que nos percatamos que tenemos un diccionario de bolsillo con nosotros todo el tiempo y fácilmente accesible, dejamos de buscar palabras que no sabíamos, para terminar hablando en términos rústicos, manchados con emoticones, fácilmente digeribles.
Al poder comunicarnos con quien sea que queramos cuando queramos usando el medio que queramos, comenzamos a prescindir de elementos insustituibles para poder conversar efectiva y profundamente.
El costo de producir bienes y artículos se ha hecho tan accesible que ha diluido el valor potencial que estos pudieran llegar a tener. Lo que se ha ganado en conveniencia lo hemos perdido en propósito: ya no hay motivos para hacer bien las cosas, excepto por mandatos propios.
La democratización del acceso a las inteligencias artificiales ha llegado para cambiar eso. Una explosión de nuevas y controversiales tecnologías que están redefiniendo la forma de hacer las cosas, "Plegando" el tiempo que habitualmente lleva ir del punto A (la idea millonaria, el boceto prometedor, el manuscrito del best-seller) al punto B (Un sistema para generarte ganancia, tu mejor obra maestra, la primera edición de tu libro).
En tiempo récord, la sola existencia de las IA puso en jaque docenas de puestos de trabajo especializados y potenciales oficios artísticos otrora rentables. Ocupaciones y roles específicos como la traducción, la edición, el diseño gráfico y la ilustración editorial hoy se encuentran tan en jaque como las secretarias, los operadores de taxis y los diarios impresos.
Esto no pasó de la noche a la mañana: estudios, ensayos y errores conducidos por la elite iterativa de Big Tech a lo largo de los últimos años nos han traído hasta este punto.
Tal vez estábamos demasiado distraídos por las historias de Instagram y los reels de TikTok como para darnos cuenta.
Sin importar por el motivo que sea, estas nuevas tecnologías llegaron para quedarse y su impacto a futuro es imposible de calcular. La obsolescencia laboral que han generado tiene a muchas personas a medio camino entre el terror y la incertidumbre, y esos números sólo pueden reducirse observando este fenómeno fijamente a los ojos...
El problema es que lo tenemos al lado nuestro.
A lo largo de la semana, voy a desglosar mi experiencia personal con las IA y algunas de las formas más útiles de servirse de éstas para adoptar una nueva forma para los tiempos que corren. (Y algo extra en cada post a manera de ejemplo práctico).
Parte I: Fascinación y Escepticismo.
Parte III: Ghost In The Shell.
Parte IV: De Cero a Uno.
Parte V: IA-hora...?
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