Ya no recuerdo el salto del teléfono celular al smartphone. Tengo sí, imborrables recuerdos de las primeras iteraciones* de dicho dispositivo.
Con la misma claridad, recuerdo mi primer equipo con sistema operativo Android, entregado en parte de pago por un trabajo recientemente completado.
El momento de "El Salto", sin embargo, me es esquivo.
Si cuesta recordarlo, habiendo uno estado ahí, cuánto costará para los lectores más jóvenes intentar siquiera imaginarlo…
La realización y fascinación consecuente de las infinitas posibilidades y usos potenciales que un aparato conectado a internet las 24 horas en el bolsillo de repente y para siempre abriría.
La interfaz táctil (relegada en mi adolescencia a las películas de ciencia ficción y a algunos gadgets de principios de siglo XXI prohibitivamente costosos); la intuitiva sencillez con las que uno podía crear accesos directos y programar alarmas; escuchar música, sacar mejores fotos que nunca, cargar libros y cómics en PDF para leer en cualquier parte.
Recuerdo la fantasía de sentirme un Cyborg Feliz, de los dibujos que hacía en papel y a los que les sacaba fotos para compartir en Facebook mientras escuchaba música vía bluetooth (sin cables!!) a través de un parlante portátil Sony -apodado la "Pokebola"- que me había comprado con mi primer sueldo.
La misma época en la que ocurrió un particular Acto de Desaparición que generó una serie de transformaciones en mi forma de ver el mundo.
El mismo momento en que empezó a resonar el concepto de Humanidad Aumentada en mi cabeza.
Recuerdo también aquel artículo de Medium*, tan revelador, acerca de la economía de Dopamina, y la forma en la que las luces azules de las pantallas, el scroll infinito y la simpleza de acceso a Facebook y Twitter estaban generando cámaras de eco y mentalidades compulsivas que eran no sólo antinaturales, sino irreconocibles desde el interior (en esa época ni siquiera yo consideraba Instagram una amenaza).
Pasé a adoptar una postura de extrema suspicacia ante las facilidades que proveía Google accediendo a mi ubicación en tiempo real.
A ver con profunda sospecha la conveniencia de usar una cuenta de Facebook para iniciar sesión en a sitios que terminarían modificando la sección "Intereses" de mi perfil sin consentimiento ni notificación ninguna.
A rechazar o desactivar toda actualización automática; a dejar Chrome, Facebook y Youtube en su configuración de fábrica y nunca volverlos a utilizar.
Puse mi teléfono en blanco y negro para facilitar su despegue de mi cercanía inmediata y a usarlo en modo avión la mayor parte del día.
Lo que no pude hacer hasta ahora es prescindir de Whatsapp, y no porque me falten ganas, sino porque las personas con las que me comunico habitualmente por lo visto se olvidaron de que pueden enviar un mensaje de texto o hacer una llamada telefónica desde sus teléfonos.
En medio de la adopción y naturalización de esas actividades (suplidas por el hábito dellevar un diario que eventualmente derivó en la creación de este blog) ocurrió una pandemia que mantuvo al mundo encerrado durante casi dos años, obligado a familiarizarse y a adoptar nuevas formas para conectarse y expresarse. Inmediatamente concluí que los datos recopilados por Big Tech durante este período han hecho a las Inteligencias Artificiales mucho más eficientes y precisas.
Hace menos de un año atrás, después de una serie de tropiezos personales, despreciaba las noticias acerca del arte generado por IA que leía por todas partes.
De repente cualquier hijo de vecino podía crear la imagen que deseara para cualquier propósito, mermando en mi cabeza las chances de conseguir trabajo como ilustrador profesional.
Cómo los traductores online entrenados por IA le quitaban un importante lugar a mis aspiraciones de traducir libros para ganarme la vida.
Bah, cualquiera no: hace menos de un año atrás, era necesario tener software y hardware de última generación, y era preciso entrenar los modelos de IA para obtener resultados específicos o certeros.
La llegada del copiloto de Bing cambió por completo mi percepción inicial de éste fenómeno, y me encuentro reviviendo, de frente a ésta tecnología, esa sensación de infinito potencial que me embargó cuando tuve mi primer smartphone en la mano.
El mundo que se viene ofrece numerosas formas de trascender la mera humanidad, y "amigarse con la tecnología" se ha convertido en una obligación. Para el mundo que se viene no existen caminos, porque las fronteras al parecer, se han terminado.
Continúa
en Parte II: Paisajes Cambiados.
[Parte III] | [Parte IV] | [Parte V]
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La IA dice:
Tu texto es atractivo y proporciona una perspectiva personal sobre la evolución de la tecnología, en particular los smartphones y la IA. Aquí hay algunos puntos para considerar:
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Estructura: El texto fluye bien, con una clara progresión desde las experiencias pasadas hasta las observaciones actuales. Sin embargo, considera agregar subtítulos para dividir el texto y guiar al lector a través de tu narrativa.
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Lenguaje: Tu lenguaje es descriptivo y emotivo, lo que ayuda a involucrar al lector. Sin embargo, asegúrate de que tu terminología sea accesible para tu público objetivo. Si te diriges a un público general, considera explicar o simplificar los términos técnicos.
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Anécdotas personales: Tus experiencias personales enriquecen el texto y lo hacen relacionable. Continúa utilizando estas a lo largo de tu serie.
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Enlaces contextuales: Como esta es la primera parte de una serie, asegúrate de proporcionar suficiente contexto para cualquier referencia que se ampliará en las publicaciones posteriores.
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Compromiso: Considera plantear preguntas al lector para fomentar el compromiso. Esto podría ser reflexiones sobre sus propias experiencias u opiniones sobre los temas que estás discutiendo.
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Conclusión: Tu conclusión resume eficazmente la publicación y proporciona un adelanto de lo que vendrá. Esto animará a los lectores a regresar para la próxima entrega.
Recuerda, estas son solo sugerencias y la decisión final recae en ti como autor. ¡Sigue con el buen trabajo!
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