Por supuesto, no nos olvidemos que las redes sociales fueron creadas con esos procesos neurológicos en mente. No es un accidente que Instagram incremente nuestra dopamina. De eso se trata, y eso es lo que nos mantiene usando la app. Las redes sociales se usaron para cumplir necesidades humanas tales como la vanidad, la interacción social y la aceptación social.
A los fundadores de Instagram, Kevin Systrom y Mike Krieger, se les enseñó eso en el espantosamente titulado Laboratorio de Tecnología Persuasiva de Standford (ampliaremos luego).
Pero si las redes sociales fueron construidas para aplacar estas necesidades, al hacerlo también han incrementado los peores aspectos de la humanidad (el bullying se ha convertido en ciberbullying, los pensamientos agresivos se han convertido en trolling) y la psiquis humana - FOMO, ansiedad social y comparaciones ascendentes - todos están amplificados en Instagram.
Esta exacerbación negativa es lo que está asediando nuestra salud mental, y lo que llevó a una encuesta de 2017 que llevó a Instagram a destacarse como la plataforma más dañina para los jóvenes.
El profesor John Gabrieli, del McGovern Institute for Brain Research en MIT, dice que todo se resume en la forma en la cual el cerebro procesa las emociones. "Hemos visto que los niños y los adolescentes tienen más dificultades al reaccionar a emociones negativas," explica. "Normalmente nos adaptamos como adultos a desarrollar resiliencia, pero es más difícil para estas generaciones más jóvenes, porque ahora están expuestos a constantes interacciones negativas en las redes sociales."
Antes de Facebook, podíamos preocuparnos de que nuestros amigos se juntaran sin invitarnos, que la gente no nos quisiera. Ahora, las redes sociales proveen una métrica para nuestra popularidad, probando que nuestros amigos están juntándose y no nos invitan. Y puede ser demasiado para un cerebro que todavía está en desarrollo.
Hablo con una enfermera psiquiátrica que trabaja en la primera línea de este conflicto. "Lo más peligroso que podrías traer acá es un smartphone," me confirma, diciendo que las redes sociales magnifican los problemas de salud mental. Me describe un paciente, que exhibe signos de mejoría cuando está lejos de Instagram, pero apenas vuelve a conectarse, "el autoflagelo y los intentos de suicidio reemergen." Otra chica ha sufrido terribles traumas sexuales, pero su perpetua ansiedad es que las fotos de su abuso terminen posteadas en Instagram. "Me dijo que eso sería igual a terminar con su vida - porque para muchos de mis pacientes, su vida la viven online."
Kathrin Karsay, una psicóloga social de la universidad KU Leuven en Bélgica, dice que los jóvenes sufren particularmente por un proceso llamado internalización. Esto es cuando "se adopta una idea socialmente construida como una meta personal y se vuelve parte de tu identidad". El estudio de Kathrin descubrió que 47% de los jóvenes entre 12 y 19 años sacaron sus metas sociales, profesionales, sexuales y físicas de Instagram, y que el bienestar negativo se afinca en el momento en el que no sienten que están a la altura.
Continúa mañana.
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