Aguantarla hasta que suene el timbre, hasta donde resista el cuerpo, hasta que toque -cuando toque- La Última Campanada*.
Desde el jardín a la escuela y de la facultad al trabajo, durante años y años. Igual que tus abuelos, tus tíos, y especialmente -como pudieron- tus viejos. Igual que sus superiores, sus colegas, sus clientes y sus afectos.
Dos siglos después de la revolución industrial y dos décadas antes de la revolución digital, ésta era la única batalla diaria que importaba dar. La que ponía comida en el plato; la que te refugiaba de los elementos; la que educaba a tus hijos; la que te conectaba con los demás.
"Ya Mismo" implicaba poner el pecho, enfrentar los desafíos sin titubeos y dejar de lado toda emoción que pudiera comprometer el resultado de esa eterna escaramuza.
Las ciudades eran más chicas, las familias más numerosas y la supervivencia una incertidumbre. Los estratos sociales, como los oficios y los roles de cada individuo, estaban claramente delimitados - hasta incluso predestinados.
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Desde aquellos tiempos hasta éstas líneas, sin embargo, es más que evidente que las condiciones para dar batalla han cambiado en todos los frentes - principalmente por el sacrificio de quienes nos precedieron, y multiplicadas exponencialmente por la disponibilidad y accesibilidad de las nuevas tecnologías.
Las ciudades más grandes, las familias más chicas y la certeza de la salud (para quienes están leyendo esto) así parecen demostrarlo. Los estratos sociales fundamentales ("Nosotros" vs "Ellos") siguen existiendo, y los roles -como la moda- van reinventándose, reciclándose y recreándose según la estación.
Eso ha permitido que nuestro potencial para llevar a cabo nuestra misión en la vida -y acumular victorias diarias- se multiplicara de forma masiva.
Es así que podemos elegir dedicarnos a cualquier cosa, en cualquier parte del mundo, con cualquier número de personas, estableciendo reglas claras -apoyadas en conexiones estables - en cualquier momento del día o la noche.
O especializarnos en lo que nos plazca, monetizarlo como nos venga en ganas y potenciarlo a discreción -si es que alguna vez llegara a hacer falta. Cuando no, automatizarlo todo y vivir una semana laboral de cuatro horas*.
Las incesantes batallas diarias de nuestros ancestros permitieron a toda nuestra generación reducir el nivel de dificultad del juego que deseáramos jugar. Bien podría decirse que hoy, gracias a ese sacrificio, cualquiera que esté leyendo esto puede crear las condiciones para ser el único ganador.
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Asimismo y de manera acorde se inflaron nuestros egos, aumentaron nuestras reservas de complacencia y disminuyó nuestro caudal de atención.
Esto dio lugar a la proliferación de la mentalidad del "5 minutos más".
Los grupos de Whatsapp, las ofertas del Cyber Monday, los concursos de Instagram, los videítos de TikTok. Las alarmas y la agenda y las notificaciones y las videollamadas. Todo ello ocupando un lugar amorfo en el cyberespacio, corrompiendo la forma en la que tu mente interpreta la realidad, dándote un motivo para posponer tu misión o quitar el foco de lo importante.
Proveyéndote lo necesario para vivir en tu propio mundo, en tu propia burbuja, en tus propios términos.
Para que te conviertas sin esfuerzo en el centro de tu universo.
Con lo breve que es la vida*, 5 Minutos Más no aparenta implicar mayores sacrificios...
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"Sólo se vive una vez" es una expresión popular que siempre ha existido. Es el tipo de mentalidad positiva que ha llevado a los más osados de nuestra especie a cruzar los mares ("Ya Mismo") en busca de nuevos horizontes; a correr bajo la tormenta para capturar relámpagos en una botella; a encomendarse a una misión y a transitar una única Senda.
En el contexto del que venimos hablando se ha convertido en un truísmo invocado para para dejarse estar, para hacer las cosas a medias, para especular con la propia capacidad y los recursos ajenos.
Repetido como un slogan que refleja nuestra adhesión constante - y deliberada- a la Ley del Menor Esfuerzo, en pos de tergiversar el significado del Carpe Diem.
Un cántico que entonar al dar el faltazo a la batalla diaria de turno en compañía de idénticos desertores, ofuscando el pálpito del Memento Mori.
Porque sólo se vive una vez, es hora de hacer algo al respecto.
Continúa en Parte II.
[Prólogo] - [Parte I] - [Parte II] - [Parte III] - [Parte IV] - [Parte V]
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