"Tal vez sea hora de analizarnos en profundidad para ver si tenemos un problema.
Tal vez tengamos más de uno.
Con
las bebidas. Con las comidas. Con ciertas sustancias. Con nuestros
apetitos y sus rituales. Con todo aquello que trunca nuestra capacidad
para librar las batallas diarias que importan, y que caprichosamente
ponemos en el camino.
Tal vez todos comiencen solucionándose de la misma manera: tomando nota.
No queda otra."
---
Toda resolución de problemas comienza tomando notas.
Los datos, estadísticas y registros han resultado ser la forma más eficiente de corregir errores, dar cuenta de ganancias y pérdidas, y dar un cierre -un final, soluciones- a los posibles conflictos que vayamos hallando en el camino.
En alguna parte del camino -espoleado por la necesidad de aprovechar el tiempo al máximo y generar recursos adicionales- comenzó a popularizarse el término "Multitasking": la capacidad de ejecutar tareas de distinta índole en simultáneo (algo que las secretarias ejecutivas de fin de siglo hacían mejor que nadie, al menos dos décadas antes de acuñado dicho término).
Este multitasking abarcó todas las ramas modernas y comenzó a adoptarse en todos los ámbitos imaginados, además de aplaudirse y mostrarse como ejemplo de modernidad... olvidando que los dichos como "dar la misa y repicar la campana", "patear el córner y cabecearlo", "juez, jurado y verdugo" ya auguraban el destino de aquel que pretende desempeñarse con probada eficiencia en más de una cosa a la vez.
En algun momento de ese burbujeo cultural apareció el smartphone. Ese que nos permitía recibir llamadas, enviar mensajes, sacar fotografías y escuchar música, todo al mismo tiempo, en cualquier lugar, en un solo aparato.
Desde aquel entonces y hasta nuestros días, persiste la noción de que estar haciendo algo con el teléfono en la mano equivale al multitasking, y en algún retorcido ángulo de visión, incluso llega a confundirse con productividad.
--
Esta degeneración del concepto de "hacer varias cosas a la vez" se ha convertido en un justificativo para dar y recibir las cosas a medias.
Miremos ahora el número de accidentes de tránsito causados por aquellos que manejan con el celular en la mano. O la de almuerzos quemados (o crudos) de quienes cocinan mientras ojean notificaciones. Podemos incluir también a las madres 'solteras y luchonas' que le dan la teta a sus 'bendiciones' (en el pasado la más íntima conexión entre dos seres) sin despegar los ojos de la pantalla.
Acerquémonos más a la cuestión y analicemos la forma en la que nos desempeñamos a diario. La frecuencia con la que se nos entregan las cosas incompletas, mal hechas o pobremente ejecutadas.
El tiempo que lleva corregirlas o reclamarlas se duplica, y el esfuerzo o los recursos necesarios para darles un cierre satisfactorio también.
Eso demuestran los hechos.
Con otro centenar de ejemplos que podrá imaginar cada lector, está claro que el multitasking (o cuanto menos, la fachada del mismo) causa más problemas de los que soluciona.
Pero nadie lo va a aceptar abiertamente.
Porque la sociedad ha convertido en su batalla diaria, una que libra con una sola mano, una fracción de sus capacidades y una generosa y abundante especulación.
En algún momento del siglo pasado se reprochaba sentarse a la mesa a almorzar o cenar frente al televisor, hasta que la costumbre acabó por afincarse.
Antes era imposible (impensado, incluso) ver una película mientras se estudiaba para un examen o se preparaba una materia. Hoy es lo más normal del mundo.
El remedio sin embargo -afortunadamente- sigue siendo el mismo: prestar atención. El problema con la atención, es que se ha ido erosionando gradualmente por falta de reglas claras y excesos de estímulos.
De acuerdo a lo que los estudios científicos de rigor han comprobado, en 24 horas que tiene el día, el ser humano sólo es capaz de un máximo de atención plena de 4 horas. Esa atención plena es la que permite hacer trabajo enfocado, conectar significativamente con los demás, desempeñarnos de forma criteriosa y cultivarnos de manera efectiva.
La forma de dar cuenta de esta atención plena, es tomando nota del modo en el que invertimos el tiempo y nuestros recursos de acuerdo a nuestros objetivos y aspiraciones.
La unidad que se ha encontrado para lograr maximizar los resultados, es la llamada unidad de Pomodoro, y consta de 25 minutos de duración y 5 minutos de descanso. Se ha comprobado que la técnica de Pomodoro es la mejor manera de ejercitar la atención plena.
La atención plena precisa de foco mental, un entorno libre de distracciones para sacarle provecho y una duración específica para evitar agotarnos. No es muy distinto a comenzar una rutina de gimnasio: empieza parte por parte y gradualmente hasta que cada músculo se habitúa a su nueva demanda y va ganando resistencia hasta alcanzar su forma y función óptimas.
Si no se puede hacer gimnasia con el teléfono en la mano, entonces tampoco puede uno abocarse a la atención plena.
Y sin atención plena ninguna cosa que hagamos valdrá la pena.
Es así de simple.
Continúa en Parte V.
---Extra---
Pomodoro Tracker es la herramienta más práctica para aplicar el método de Pomodoro, llevar registro del porcentaje de foco, de los horarios más productivos y los períodos de atención plena que somos capaces de lograr.
--------
Comentarios
Publicar un comentario