Desde que te levantás hasta que te vas a dormir.
Suena el despertador; con cada ring tu cuerpo se hace más pesado,
queriendo quedarse un ratito más. Cinco minutos más, nomás, para afrontar el día que tenés por delante.
Del calor de tu cama al frío del baño. De los besos de la almohada al chirlo en la nariz del viento matutino.
A las apuradas; antes de que suene el timbre, antes de que llegue el primer cliente, antes de quedarte sin lugar donde estacionar.
En piloto automático, antes de siquiera preguntarte dónde estás ahora, si estás yendo hacia donde querés llegar, si todas estas instrucciones te llevarán a algún lado.
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Esta situación es más común de la que creemos, además de estar basada en hechos reales.
Te suena…?
Desde la Revolución Industrial hasta estas líneas, con diferentes niveles de intensidad, más allá del reparto de talentos o fortunas, sin importar país o nación, todos los seres humanos que nos precedieron han pasado por lo mismo.
Tus abuelos, tus tíos (y no hace falta que diga 'especialmente tus viejos') establecieron tu linaje acatando estas reglas de juego. Las mismas reglas que habrán de seguir tus hermanos, tus primos, tus amistades y sus descendientes.
Desde el jardín a la escuela y de la facultad al trabajo, durante años, décadas y siglos, hasta que toque partir. El mismo destino nos aguarda a todos. Aún así, siempre lo hemos resistido, casi a un nivel inconsciente; y en estos tiempo modernos, esa resistencia se ha hecho más y más fuerte.
Tal
vez sea porque el tiempo ha sido el único recurso finito con el que contamos
todos por igual, sin importar estratos, dure lo que
dure nuestra vida; mientras la modernidad otorga más y más fuentes de entretenimiento, de distracciones y de adicciones.
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Desarrollar la resiliencia necesaria para lidiar con la realidad (la que nos enfría la nariz, la que demanda puntualidad, la que hace al mundo girar) es parte del crecimiento de cada individuo para funcionar en sociedad.
Lo sabemos en teoría, pero nos resistimos en la práctica.
A ponernos la camiseta, el guardapolvos o el overol.
A cumplir horarios, a ensuciarse las manos, a ponerle buena cara al mal tiempo.
A tomar decisiones importantes, a planificar nuestro estilo de vida, a cultivar hábitos efectivos.
Nos resistimos a hacer lo que sabemos que tenemos que hacer.
Y esa resistencia es cada vez más y más ardua.
Estas son las que yo llamo las Batallas Diarias.
De esas espontáneas escaramuzas , de los estragos que generan en nuestro calendario -y de la administración de los recursos necesarios para librarlas hasta lograr liberarnos- vamos a hablar esta semana.
-Extra-
Repasar las Trampas Mentales en las que caemos más a menudo sin dudas va a facilitar futuras lecturas.
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Continúa en Parte I.
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